La charla nocturna parecía alargarse más de la cuenta, los ancianos prolongaban sus relatos y anécdotas hasta puntos inverosímiles, daban pequeñas sorbos a sus bebidas preparadas cariñosamente por su nieto, tras cada trago la voz se volvía más lenta, la mirada se nublaba y les costaban más trabajo las narraciones.
Lejos estaban los abuelos de sospechar que su propio nieto había adulterado con valium sus bebidas, a fin de que encontraran el más profundo de sus sueños; pacientemente, los llevó a recostar, los acomodó con cuidado en su lecho, se le dificultaba pues los guantes de hule entorpecían la maniobra; una vez acomodados, profundamente dormidos, comenzó la pesadilla: el afilado machete inició el ataque, la sangre salpicó las paredes y cortinas, escurrió por los muros como auténticas lágrimas provocadas por el odio.
El filo certero asaltó los cuerpos sin darles oportunidad de nada, la guadaña mortuoria cambió por unos segundos de forma. Los cadáveres de Gilberto Flores Muñoz y Asunción Izquierdo se cubrían bajo las sábanas empapadas de sangre; la ambición y la política se conjugaban, arrojaban como resultado una nueva historia de horror y sangre.
La noche del 6 de octubre de 1978, época de pleno poderío priísta, un suceso estremeció las bases del gobierno mexicano, un doble homicidio había ocurrido en la mansión ubicada en el 1535 de Avenida de las Palmas, Lomas de Chapultepec. Una de las víctimas fue el ex gobernador nayarita Gilberto Flores Muñoz, político de primer nivel, secretario de Estado quien en su momento suspiró por ser señalado por el dedo presidencial, junto a él apareció el cadáver de su esposa, doña Asunción Izquierdo, escritora que entre sus obras resaltaba “Los extraordinarios” donde, como macabra coincidencia, relata la historia de un doble homicidio.
Aquella mañana los empleados domésticos al servicio de los Flores Muñoz despertaron con desesperación a los nietos del político, los jóvenes se encontraban casualmente de vacaciones en la mansión; un pequeño rastro de sangre se dejaba ver en la puerta de los abuelos, al abrir la puerta la escena presentaba un machete trabado en el cuello de Asunción y un charco de sangre alrededor de Gilberto.
Los nietos, entre la desesperación y el pánico, acudieron a las altas esferas del gobierno de entonces, exigieron a gritos que se aclarara el crimen; según ellos había muchos que deseaban la muerte del ex gobernador pues durante sus múltiples cargos públicos tocó intereses privados muy delicados.
El entonces director de la Policía Judicial del Distrito Federal, Jesús Miyazawa, sospechó de inmediato que el crimen debió ser planeado desde las entrañas mismas de la familia; el principal sospechoso era Gilberto Flores Alavez, nieto de los ultimados quien supuestamente fue visto comprando el valium y los machetes utilizados en el asesinato. Como elemento irrefutable para la acusación, se presentó el testimonio de Anacarsis Peralta, íntimo amigo del acusado.
Peralta manifestó haber acompañado a comprar los accesorios necesarios para matar a los abuelos Flores Muñoz, señalamiento que Gilberto no pudo evadir. Aceptó los cargos, por lo que pasó 20 años de encierro en el Reclusorio Oriente de la Ciudad de México.
Pero la historia no termina ahí, tras dos décadas de encierro, Gilberto Flores Alavez recuperó su libertad tras un juicio donde demostró no ser culpable de los homicidios, manifestó que su declaración la realizó bajo amenazas de Jesús Miyazawa, mismo que construyó pruebas para inculparlo, como la presentación de siete machetes diferentes, guantes anchados con pintura y un cuchillo que lo obligaron a empuñar para que sus huellas quedaran marcadas.
Se dijo que el móvil era una herencia, pero se demostró que el inculpado fue heredado en vida, por lo que el argumento no era sostenible. En las investigaciones participaron también “policías ejemplares” como Arturo Durazo Moreno y Francisco Sahagún Baca.
Tras recuperar su libertad a mediados de 2008, además de recibir de manos de la Procuraduría General de la República una carta de No antecedentes penales, Flores Alavez ha intentado reintegrarse a la vida política de Nayarit.
En otros tiempos, bajo otras circunstancias, hubiera sido obvio heredero a la gubernatura de Nayarit.