Ellas se besan tan rico que te excitas con sólo verlas

Sexo 20/04/2016 05:00 Srita. Velázquez Actualizada 07:28
 

Otra noche transcurre en las calles de la Zona Rosa. Como siempre, el alcohol es protagonista y la música oculta el sonido de los coches y del tráfico que alborota Paseo de la Reforma.

En la esquina hay dos chicas altísimas. Una con el cabello suelto sobre los hombros y la otra con el cabello atado en una trenza. Ambas, enfundadas en vestido  corto  y tacones, se besan románticas y llaman la atención de una fila de taxistas que alentan la marcha para verlas y chiflarles. 

Aún es temprano, faltan cuando menos un par de horas para que se asome la ebriedad de los bares o comiencen los besos con sabor a cigarro y destrucción.

Los bares de chicos están repletos. Hay uno que se restriega y baila estúpidamente sensual frente a un espejo. Otro saca un billete 500 para pagar una cubeta de cerveza que le venden al doble de su precio normal. Junto a la barra hay un señor con el cabello gris que se entretiene con un jovencito que luce aburrido, pero no deja de bailarle. Nos vamos  de ahí y mejor me meto en el bar de las mujeres. No hay manos indiscretas ni miradas perdidas. De hecho, la mayoría son mujeres que van con sus respectivas parejas.

Yo voy acompañada, así que sólo pido mi copa y me entretengo con lo que pasa alrededor. 

Acaba de comenzar el espectáculo. Las chicas más atrevidas se forman en la primera fila y comienzan a gritar el nombre de ‘Fanny’. Cuando la música sensual suena y ‘Fanny’ por fin aparece en la pista, inician el griterío y los aplausos.

Su cuerpo es impresionante. Puedo contar las horas que se mató en el gimnasio con cada vuelta que da.

Suena la música y comienza a dar vueltas entre las chicas que ya la esperaban con gritos eufóricos. Dos de ellas son las más entusiasmadas. Le chiflan, le gritan y le estiran la mano para que se acerque. Entre mujeres no hay ese morbo incómodo del hombre que no sabe disimular una erección.

Termina el show. La chica que viene conmigo me jala y me pide que la acompañe a la zona para fumar.  Saca su cigarro, pero antes de prenderlo se acerca, me sonríe y justo a un par de centímetros de mí, se muerde los labios. Puedo ver su sonrisa justo antes de que me bese.

Al inhalar la primera bocanada de humo se acerca de nuevo y me lo pasa.  Pienso que es irónico que mi propio vicio me quiera enviciar. El alcohol comienza a hacer su efecto y puedo ver a varias parejas recién formadas. Un par se besa en el rincón más alejado de la pista. Las manos no son indiscretas, pero sus besos son tan intensos que te excitas con sólo verlas. Otra pareja ríe en una mesa con una botella medio vacía justo en medio. 

Yo ya quiero irme. Quiero meterme a la cama con ella y que la noche dure para siempre. 

No nos esperamos a que el bar cerrara (y casi no esperamos a llegar a mi casa). Sin prender las luces se dirigió a mi cuarto como la que se sabe dueña de un espacio. Cuando entré a la habitación vi que se había puesto una sudadera  enorme. Se me hacía de pésimo gusto decirle que era de mi hermano, ya que de igual forma se la iba a quitar en cuestión de minutos… así que sonreí y le llené la cara de besos. No quise apagar la luz…

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