“Papi, qué rico”

Sexo 14/04/2017 05:00 Raúl Piña Actualizada 05:02
 

Corría la primera quincena de marzo cuando los medios y las redes se alborotaron con el escándalo que provocó la activista-feminista Tamara de Anda al denunciar a un taxista que le gritó “guapa” en plena calle. 

Las cosas llegaron hasta el Ministerio Público y hubo quienes consideraron la medida  como exagerada. Otros y otras —las feministas— opinaron que era lo correcto y que se había hecho justicia.

En este tema de la equidad de género, justicia y protección a las mujeres, me pregunto si han pensado  que hay hombres que sufren de vejaciones, violencia doméstica y tortura sicológica.

Hay hombres que también son acosados sexualmente por mujeres y se dan casos en que hasta son violados por ellas. Conozco el caso de un amigo que despertó en medio de su borrachera, siendo “violado” por una mujer que ni conocía y que se metió a su cama mientras  dormía.  La chava se estaba dando gusto sola sentada en el miembro del muy borracho hombre, quien al darse  cuenta que la agresora ni siquiera   le había puesto condón, la aventó y le exigió largarse de su cuarto.  

Cuando averiguó la identidad de la chava que había estado aquella noche en su departamento, invitada por su compañero de vivienda, decidió denunciarla por abuso sexual y por temor a un contagio de cualquier enfermedad venérea o VIH. 

Los oficiales que lo atendieron se rieron de él. El proceso no llegó a ningún lado y la mujer salió sin un solo raspón de semejante canallada.

Me pregunto si la ley aplica a los gays que se miran de cabo a rabo, miradas lascivas, acoso en el baño viendo al de al lado orinar. Los hombres gay volteamos de inmediato al ver pasar un hombre con cuerpazo y nalgas de campeonato.  No se deja esperar el “papi,  qué rico”.

Hay hombres que se siguen de largo, otros se regresan y buscan bronca. Pero no conozco un chavo gay que no acose con la mirada a otro, sea o no homosexual el “observado”. 

Los bares gay son un hervidero de miradas obscenas, de gestos provocativos y de un constante seguir a la presa hasta que caiga. Si te descuidas, te la recargan en el pasillo o en la pista de baile.

¿Hasta dónde opera o funciona una ley que protege sólo a las mujeres? ¿Hasta dónde hay protección para el chavo afeminado que camina por la calle y un grupo de fulanos le grita puto? ¿Qué onda con los hombres? ¿Quién cuida del guapote que cruza el semáforo y un grupo de chavas pedas le grita “papacito” desde el coche?

¿Por qué el gobernador Mancera no hace unos pósters con fotos de mujeres mojándose los labios y con cara de “te voy a coger”? También hay mujeres que acosan mujeres y hombres. O todos coludos, o todos rabones.

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