Lulú Petite cuenta desgarradora historia, así sucedió

Querido diario: Estaba doblada sobre mis rodillas, comiéndole el sexo. José estaba recostado, mirando al techo, mientras acariciaba intermitentemente mis nalgas y mi espalda.

Sentí sus dedos en mi vulva mientras su miembro golpeaba mi garganta hasta provocar que enrojecimiento en mis ojos.

—¿Quieres que te monte? —le pregunté. José asintió con un movimiento de cabeza.

Tomé su sexo, lo apunté al mío y mirándolo a los ojos, me senté clavándome cada milímetro. Él me apretó las nalgas y comenzamos a movernos en una cabalgata deliciosa.

José, a sus 50 se enteró que su hijo Diego, a quien adora, no es suyo. José nunca le puso el cuerno a su mujer en poco más de un cuarto de siglo de matrimonio. Hace días, supo no sólo que es cornudo, sino que el hijo de sus orgullos es de otro.

Ella lo admitió. El muchacho es de un tipo con quien viene engañando a José desde siempre. ¿Qué hacer?

El amor de padre sigue, pero el corazón de esposo valió queso. Entre los escombros de la traición, busca respuestas. El amor por su ex se quebró, pero ¿el chavo qué culpa tiene?

Diego, su niño, su joven hombre, sigue siendo suyo, en el alma, en la historia compartida, en el acta de nacimiento, en cada risa, en cada aprendizaje y cada lágrima.

José no sabe qué va a pasar. Ella se va a ir. No seguirán viviendo juntos. Al fin, hará vida con el señor que engendró a Diego y que apenas lo conoce.

Diego ya es un hombre. No está en edad de ser sujeto de disputas, tutelas ni custodias. Él decidirá quién es su padre.

Dicen que la sangre llama, pero llama más la historia. La paternidad no es cosa de genes, sino de presencias y ejemplos.

José veía al techo con la mirada perdida cuando tuvo su orgasmo. Estaba distraído. Cogió conmigo como una forma de venganza. De probar a otra mujer, pero especialmente quería desahogarse.

Contar su historia. Es un buen tipo. Sé que su hijo lo será siempre, por encima de cualquier verdad.

Hasta el jueves, Lulú Petite.