Salva vidas al minuto | POLICÍAS A DOS FUEGOS
Armando Castro es policía, pero también rescatista de la Cruz Roja y aprendió a manejar como ruletero; aquí su historia
(Foto: Tanya Guerrero, El Gráfico)
Es frío y calculador porque su vida peligra todo el tiempo. Su trabajo es ubicar los puntos rojos, estimar riesgos y resolver situaciones antes de que se conviertan en problema.
Todo esto en menos de un minuto.
Aunque ha escuchado los secretos más oscuros de personajes públicos, su discreción no le permite revelarlos. De hecho, afirma que él "ya no se acuerda de nada".
Tiene un código estricto de disciplina para controlar los niveles de estrés a los que está expuesto. No vaya a ser que en ese restaurante, en esa presentación o en esa calle tenga que ponerlos a prueba.
En cada paso y con cada decisión que Armando Castro ha tomado, la vida lo preparó para sobrevivir en el lugar en donde está.
Antes de entrar a la carrera de técnico en urgencias médicas de la Cruz Roja, Armando aprendió a manejar con destreza siendo taxista. El joven de 18 años, ruleteaba de día, pero atendía a víctimas de accidentes de noche. Empezó como socorrista voluntario hasta que un día, su esposa, después de ver que su marido de 43 años cargaba un botiquín en el coche, lo impulsó a estudiar una carrera que lo llevaría a su servicio.
Su primera guardia como rescatista le confirmó su destino. Un viernes, a las tres de la mañana, el equipo al que pertenecía el recién estrenado paramédico encontró dos vehículos volcados en la carretera México-Querétaro, a la altura de Cuautitlán Izcalli. Adentro, tres cuerpos deshechos de adolescentes, el único sobreviviente: un compañero de escuela de Armando.
De jugar con sus hermanos a ser policía, hace 13 años, Armando tomó el papel de héroe de manera formal y un día llegó a casa uniformado como elemento de la Policía Bancaria Industrial. "Mi mamá me dio la bendición y me dijo: ‘si eso es lo que te gusta, entonces échale ganas’". Tenía 30 años.
Hoy, Armando forma parte de la policía de élite.
De las cinco áreas principales en las que un elemento de PBI puede especializarse —guardia intramuros, caninos para detección de bombas, traslado de valores y contención de motines— Armando decidió ser escolta porque dice que, aunque salvaguardar la vida, los inmuebles y los valores de un funcionario es mucha responsabilidad, con la preparación que ha acumulado, se siente capaz y orgulloso de poder dar la vida para defender a quienes lo contratan.
En los nueve años como escolta, ha cuidado a siete funcionarios, a quienes vigiló durante meses. Todos y cada uno de los cursos de especialización que tomó dentro y fuera de la corporación le han servido para formar capacidad de reacción.
Con perfil bajo y arma a discreción, desde que el funcionario despierta hasta que se duerme, Armando no puede alejarse a más de una mesa de distancia en los lugares públicos donde jefes de gobierno, empresarios y embajadores han estado.