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Los amantes del pulque, octli o bebida de los dioses, ya podrán degustar de tarros, jarras y cacarizos de sus bebidas en las pulquerías que fueron cerradas en días pasados por las autoridades de la Ciudad de México.
La colocación de sellos de suspensión generó protestas y abrió una mesa de diálogo entre dirigentes de la Unión Pulquera y el gobierno capitalino, derivando en que personal del Instituto de Verificación Administrativa (Invea) permitiera este jueves su reapertura.
Personal de la dependencia quitó los sellos de los establecimientos “Agave 69”, “La Paloma Azul” y “La Burra Blanca”, pero pagaron las sanciones económicas que se les impusieron, que fueron de los 30 a los 50 mil pesos.
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Además, los vendedores de pulque se comprometieron a seguir las normas para evitar más sanciones.
Descartan ataque a tradición
El Invea destacó que “el cierre de esos establecimientos no fue un ataque en contra de ese tipo de comercios, ya que la colocación de sellos fue en atención a las quejas ciudadanas por la venta de destilados” y que no fue por vender pulque.
Además, adelantaron que continuarán con los procedimientos de regularización en los que se encuentra cada establecimiento mediante “diálogo y un buen entendimiento se lograron acuerdos en beneficio de los pulqueros y de la seguridad de los consumidores”.
Pulque, patrimonio cultural de la CDMX
El pasado 2 de octubre se publicó en la Gaceta Oficial de la CDMX que el “Proceso de elaboración del pulque” es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Ciudad de México.
Con ello se establece la responsabilidad de preservar y salvaguardar su producción, saberes, herramientas y comunidades participantes.
En el documento se destaca que la bebida tiene “una historia que va más allá de los 2 mil 500 años y considerada la bebida de los dioses, ya que fue pensada para un consumo ceremonial por sacerdotes, guerreros, ancianos y miembros de la nobleza, el pulque resistió desde la prohibición de las autoridades coloniales y su limitación durante el virreinato, hasta su desprestigio social, que minimizaron su consumo y limitaron su producción, sin reconocerlo como un bien inmaterial de identidad nacional”.