pa’ acabarla el volcán popocatépetl los amenaza
En Ecatzingo, Edomex, fenónemos naturales no dan tregua
(Foto: Guillermo Perea, El Gráfico)
En Ecatzingo, el sismo los derrumbó, el volcán los amenaza y la lluvia los ahoga.
Sus habitantes poco saben de epicentros y geofísica, pero del golpe que el 19 de septiembre pasó por debajo del suelo lo saben todo.
Ese, dicen, no era el movimiento usual en el pueblo aledaño al volcán Popocatépetl. Ese día no hubo rugido de Don Goyo que antecediera al zarandeo, como están acostumbrados.
Las grietas que se abrían en el camino de evacuación daban señal de que aquello no era el despertar del volcán.
Y sí, el ser un poblado colindante a Puebla y Morelos hizo que el sismo de 7.1 grados les derrumbara la tranquilidad.
Ahí, la iglesia del poblado y sus cinco siglos de historia se vinieron abajo. Paredes de roca, campanarios, cúpulas y techos quedaron hundidos en el atrio del templo.
Unas 900 casas se desmoronaron y otras tantas se fracturaron. Nadie sabe aún el número de viviendas afectadas, pero sí saben que la mayoría de los 10 mil habitantes fue golpeado por el sismo.
Pierden todo
La familia Palma está entre los damnificados. Viven en la zona más alta de Ecatzingo y la más cercana a las faldas del volcán Popocatépetl.
Ese día, el movimiento hizo que su casa de adobe y lodo cayera. Ellos, dicen, “perdieron todo”. Ese todo es una habitación de madera que ha quedado inclinada y sin las fachadas que los protegían de la lluvia.
Un par de camas, anafre, cobijas y platos fueron rescatados de entre las rocas de lodo.
Pero para ellos, la angustia de saber que otro temblor podría llegar, les atemoriza más que el clamor del volcán.
Y sí, ayer a las 3:00 de la madrugada el Popo rugió.
Escucharon el hervor de su centro y sintieron el temblor de su llamado. Era, dicen, una nueva sacudida que les hacía recordar que Don Goyo sigue ahí. Por eso, por el temor de volver a derrumbarse, 300 habitantes dejaron el poblado.
Lo hicieron tras escuchar la voz de un paramédico que anunciaba en alta voz que debían salir del pueblo.
La lluvia de ceniza y el constante rugir del volcán los obligó a enfilarse hacia Morelos.
Cambia la sotana
Así lo dice Víctor Manuel, sacerdote de la iglesia, quien ha dejado la sotana para ponerse el chaleco de brigadista de Ecatzingo.
Él pide ayuda para levantar un nuevo albergue que había sido instalado para recibir a quienes se quedaron sin casa, porque el peso de la ceniza que lanzó el Popo y la lluvia por el mal tiempo, derribaron el techo bajo el que se resguardaban.