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Pero, ¿cómo funciona? Cuando realizas actividad física moderada, especialmente ejercicios aeróbicos, aumentas la cantidad de sueño de ondas lentas que obtienes. Este es el sueño profundo, el momento en que tu cerebro y cuerpo tienen la oportunidad de rejuvenecerse.
¿Y cuándo es el mejor momento para ejercitarse? Depende de cada cuerpo. Algunas personas encuentran que hacer ejercicio cerca de la hora de dormir les mantiene despiertos, mientras que para otras no supone ningún problema.
¿Por qué ocurre esto? El ejercicio libera endorfinas, esos químicos que nos hacen sentir bien, pero que también pueden mantener el cerebro activo. Además, eleva la temperatura corporal, lo que puede tener un efecto similar al de una ducha caliente por la mañana.
Por esto, si eres de los que se sienten estimulados después de hacer ejercicio, procura no hacerlo al menos 1 o 2 horas antes de ir a la cama.
“La clave está en escuchar a tu cuerpo”, dice la doctora Gamaldo. “Durante unos días prueba con diferentes horarios y observa cómo respondes. No hay una regla de oro que funcione para todos”.
Lo mejor es que, como en muchas otras cosas, menos, es más. No necesitamos ser atletas olímpicos para mejorar el sueño con ayuda del ejercicio. Solo 30 minutos de ejercicio aeróbico moderado pueden marcar la diferencia.
“Lo importante es la constancia y elegir una actividad que se disfrute, ya sea una caminata enérgica, una clase de yoga o levantar pesas, lo que cuenta es elevar el ritmo cardíaco. Esto pondrá en marcha los procesos biológicos en tu cerebro y cuerpo que contribuyen a un sueño de mejor calidad”, dice la especialista de John Hopkins.
El estudio también encontró que el ejercicio, no solo disminuye las quejas sobre el sueño y el insomnio, sino que sus efectos son comparables a los de las pastillas para dormir, lo que puede motivar a muchos que temen por los efectos secundarios de los somníferos.