La historia del taxi que daba más pena que buen servicio en la Ciudad de México

Juan Miguel nos cuenta que desde hace un par de meses su patrón le cambió el taxi que manejaba.

 Y que la nueva unidad da más pena que buen servicio.

“Sólo lo agarré porque tengo necesidad y a mis 53 años, en las empresas ya me consideran viejo para trabajar, pero no toman en cuenta que los viejos y nuestras familias comemos todos los días.

“Para serle honesto, recibí el coche con las vestiduras rotas, sin tapetes y en malas condiciones mecánicas. Lo primero que hice fue comprarle unos cubreasientos y unos tapetes, para darle otra vista.

“Lo lavé todo y lo enceré. Se vio mejor, pero en las mañanas tardaba en arrancar y se le bajaba la batería, le comenté al dueño y respondió, que yo lo arreglara y que, si no estaba de acuerdo, le regresara el coche, porque choferes sobran. 

 Debo reconocer que con todas sus fallas, el tiempo y dinero que le metí, lo recuperé en un mes y todo iba bien.

“Pero hace tres semanas iba por Loreto Fabela, allá por el rumbo de la Aragón y escuché un tronadero, la llanta se salió y me subí a la banqueta, sentí que chocaba con la casa, pero gracias a Dios, no fue así. “Le llamé al dueño y cínicamente me dijo que eso fue porque ¡yo no lo cuidaba! Le dije que llamaría al seguro y me comentó que estaba vencido y que yo pagara grúa y reparación. Enojado, le respondí que fuera a recoger el coche, que no pagaría nada. Se quedó con la fianza que me pidió, pero mejor. Ese coche era un peligro”, concluye.