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Por Irma Mejía, Adriana Varillas y Gladys Navarro
“Comenzaron a inflarse las puertas y a reventarse las ventanas, salimos de los cuartos y nos refugiamos en un salón de fiestas”, relató.
Juan de Dios Magallanes, docente e investigador de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ) —quien viajó a cargo de 15 alumnos—, coincidió en que no fueron avisados por autoridades sobre la proximidad del huracán y menos de su intensidad.
Testimonios de turistas coinciden en que los hoteles no comunicaron a sus huéspedes la gravedad de la situación ni aplicaron protocolos. Los visitantes fueron enviados a sus habitaciones, a la orilla del mar; no se les informó sobre zonas seguras.
Si bien Otis evolucionó en 12 horas de tormenta tropical a huracán categoría 5, no se siguieron protocolos para este tipo de emergencias. Sólo las redes sociales de Acapulco y Guerrero avisaban sobre la llegada del huracán, con recomendaciones como no salir de casa y no cruzar fuentes de agua.
Fue hasta que el presidente Andrés Manuel López Obrador publicó un mensaje, a las 20:25 horas del martes, informando que el huracán tocaría tierra con categoría 5, que los avisos tuvieron sentido de urgencia.
Los tres niveles de Gobierno conocían la magnitud y daños que dejaría el huracán porque existe un sistema de alertamiento temprano para estos fenómenos, indicó Marco Alberto Rodríguez, académico de la UNAM, investigador y consultor en Protección Civil.
Expuso que los huracanes tienen periodos de retorno de más o menos 20 años y el último que ocurrió en Acapulco de esa magnitud fue Paulina en 1997, por lo que era previsible —con estudios que existen— que ocurriera algo similar.