En la Ciudad de México
Mexicanos no dejan desamparados a los migrantes en su paso por la CDMX
El semblante de los miles de hondureños, nicaragüenses, salvadoreños y guatemaltecos se ha mantenido firme y su objetivo es claro:
(Foto: Javier Ramírez, El Gráfico)
El pueblo mexicano demostró una vez más que su corazón es mucho más grande que sus problemas, y es que pese a la escasez de agua por el megacorte y el incremento de la inseguridad en las calles, sus brazos continúan abiertos para los millones de migrantes que arribaron al país.
Fue la tarde del pasado sábado cuando llegaron a la Ciudad de México los primeros centroamericanos que salieron desde Puebla, provenientes de Veracruz. El Estadio Jesús Martínez “Palillo”, en la alcaldía Iztacalco, ya se preparaba para recibirlos a manera de albergue.
Allí, nuestros paisanos mexicanos unieron fuerzas y corazones para no desamparar a los hermanos hondureños, que van en busca del tan anhelado sueño americano. La comida, el agua, ropa y un lugar donde dormir e incluso donde bañarse no ha sido un problema para ellos.
Dentro del albergue se les ha ofrecido una vida lo más digna posible, donde voluntarios no dudaron en instalar carpas para ofrecer atención médica, ayuda psicológica, asesoría legal, comedores y hasta shows de música y payasos para robarles una sonrisa. Todo dado de corazón, sin ningún tipo de costo.
Otros centroamericanos también llegaron para auxiliar a sus hermanos. Algunos repartiendo frutas frescas, unos más se ofrecieron para hacer cortes de cabello, uno que otro no quiso dejar con las ganas de humo a sus compatriotas y se armó la venta de cigarrillo de a un peso.
El semblante de los miles de hondureños, nicaragüenses, salvadoreños y guatemaltecos se ha mantenido firme y su objetivo es claro: cruzar la frontera con Estados Unidos es la meta.
En su mayoría utilizan el territorio azteca como trampolín, sin embargo, varios de ellos confesaron a El Gráfico que se han enamorado de la calidez, de los colores, olores y sabores de México. Varios piensan en adoptar nuestras tierras como suyas pues se han sentido como en casa.
Muchos de ellos no esperaban un recibimiento tan humano y con lágrimas en los ojos revelaron que no saben lo que les depara el futuro, pero si de algo están seguros es que, aunque nacieron, crecieron y se formaron en su país, volver no es una opción.