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Para cada persona es distinto, pero en general un adulto necesita entre siete y ocho horas de sueño por noche. Los bebés generalmente duermen unas 16 horas diarias. Los niños pequeños 10 horas, y los adolescentes necesitan, al menos, 9 horas.
Pero no sólo es un tema de tiempo, sino también de calidad de sueño.
Dormir poco y/o mal daña los niveles superiores de razonamiento, resolución de problemas y atención a los detalles, como describe la biblioteca web de Recursos de Salud de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos. El déficit de sueño, con el paso del tiempo, incluso puede incrementar el riesgo de sufrir depresión, ya que afecta las hormonas del crecimiento y el estrés.
Estimulantes como la cafeína o distracciones como aparatos electrónicos, en especial la luz de televisores, teléfonos celulares, tabletas y lectores electrónicos, pueden alterar el sueño.
El segundo ingrediente para mejorar la memoria es la activación física. Según un estudio de la Mayo Clinic, el flujo sanguíneo que se produce al realizar una caminata intensa o trotar al menos 75 minutos a la semana ayuda a mantener en tono el cerebro.
Además, el ejercicio combate la depresión y la ansiedad, dos de los principales enemigos de la buena memoria.
Y por último, aunque no menos importante, la memoria se alimenta, literalmente, de buena comida.
Preferir frutas, verduras, granos y cereales integrales es una muy buena idea para mantener en forma la memoria, la capacidad cerebral toda. Y en sentido contrario, evita el alcohol, el tabaco, la comida ultraprocesada, como embutidos y refrescos.
Las mejores fuentes de proteína, las que tienen bajos niveles de grasa, como el pescado, son las ideales para la memoria, indica un informe en Mayo Clinic.