¿Volver a la normalidad?
Lydiette Carrión
El grupo de mamás que se reúne una o dos veces al mes para hablar de sus bebés ha organizado la donación de ropa y juguetes, así como unos talleres de contención para mamás, papás e hijos. Ellas mismas han llevado actividades a los refugios con niños.
El grupo de montañismo organizó una brigada para ayudar en trabajo de cuerdas, rescate y ayuda alpina en las zonas de desastre. Cuando dejó de ser necesario (por la llegada de rescatistas de todas partes del mundo) se desperdigaron y han levantado tabiques, cubetas y cosas en todas partes.
La amiga de la juventud que se dedica a estudiar de sol a sol hizo un alto en el camino y pasa entre 12 y 16 horas diarias en un centro de acopio al sur de la ciudad. Cada cierto tiempo envía mensajes pidiendo ayuda con las necesidades: si se necesitan clavos o carpinteros, botas, arneses, más comida.
Los amigos jóvenes, todavía estudiantes, han sido voluntarios por horas para sacar escombros y llevar mensajes en bicicleta.
La conocida que tiene un negocio de comida para banquetes ha pasado todos los días preparando viandas riquísimas para los voluntarios. Su hijo de ocho años la acompaña en esto, ya que todavía no tiene escuela.
Los sicólogos se han organizado para llevar asistencia a las personas que necesitan contención frente al sismo (creo que somos todos). Los amigos periodistas han trabajado durante horas y horas de forma incansable y llegan a casa exhaustos a llorar; pero al día siguiente, se levantan y siguen trabajando.
Los taxistas con ‘rides’ gratis; los ingenieros y arquitectos que revisan las casa de conocidos y desconocidos; los vecinos que han dado refugio a quienes perdieron todo... Se ha formado un sistema de comunicación ciudadana. Y a pesar de que al inicio daba muchas falsas alarmas, hemos ido aprendiendo. Son cada vez más quienes verifican la información y escriben fecha y hora de cada mensaje.
Nos organizamos sin ayuda del Estado. Esta organización es la que debería estar representada en nuestro gobierno y en los presupuestos oficiales. Somos mejores que nuestro gobierno. Y después de este aprendizaje, las autoridades nos piden que volvamos a la “normalidad”. Pero, ¿a cuál normalidad? ¿A la que nos habían condenado, en un país de violencia, corrupción homicida, desconfianza en el otro y desesperanza? Yo no quiero regresar.
GLOSARIO DE SUPERVIVENCIA. Normalidad gubernamental: Trampa a la mediocridad.