Nuria Diosdado en sincronía con el éxito
Vivió dopaje, soportó burlas por su estatura y hasta que la creyeran traficante; en todos los casos venció la adversidad
Nuria Diosdado Foto: Luis Cortes
A Nuria Diosdado, capitana del equipo mexicano de nado sincronizado, la vida le ha montado coreografías complicadas. De niña se burlaban de ella por su gran estatura; alguna vez, en sus viajes por el mundo, la creyeron traficante, y en 2010 fue suspendida un año por dar positivo de clembuterol en los Juegos Centroamericanos y regresó sus seis medallas.
Ese episodio fue el más doloroso en sus 24 años de existencia, pero salió adelante y demostró ser una mujer que está en sincronía con el éxito.
Y es que la tapatía renació deportivamente en 2014, al conquistar siete oros en los Centroamericanos de Veracruz para sacarse la espina.
“Agradezco a la vida que me haya sucedido (lo del dopaje), porque gracias a eso tuve la claridad de saber que quería seguir, limpiar mi nombre y arrasar con más preseas sin que nadie me las quitara”, dice Nuria, quien ahora tiene clavadas otras espinas menos hirientes, como darle a México una medalla en nado sincronizado en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015.
Por sus éxitos deportivos, entereza para superar la adversidad y ser una viajera constante fue reconocida este mes de marzo con el premio Ciudadana del Mundo que otorga Mundo Joven.
Aficionada a la música en inglés, a las novelas románticas, a platicar con sus amigas y pasar tiempo con su familia, temerosa de la soledad, Nuria cuenta cómo reconstruyó su carrera tras dar positivo por clembuterol hace cinco años, al tomar un jarabe para la tos.
“Fue algo muy doloroso. Sentí que mi vida deportiva se terminaba. Sin embargo, tengo una familia que me apoyó en todo. Fue una experiencia que marcó mi vida”, aseguró.
Relata la ondina tapatía que nunca se sintió castigada y entrenó cada día del año en que estuvo sancionada: “Levantarse a las siete de la mañana, entrenar desde las ocho. Comenzar con una hora y media de flexibilidad, seis horas en el agua para los movimientos de rutinas, después gimnasio con ejercicios tipo crossfit para terminar a las tres y media de la tarde diario”, como lo hace hasta ahora.
Así Nuria, con su esfuerzo, reinventó su carrera deportiva y volvió a triunfar en cuanto quedó exonerada. De niña, su madre respondía por ella, como cuando se peleaba en los restaurantes para que dejaran a su alta pequeña subirse a los juegos de niños: “En la escuela me decían jirafona, a veces me hacían llorar porque era una niña y ya medía lo que ahora mido (1.69 metros). Me hacían sentir mal en los restaurantes porque no me ponían el mantel para dibujar”, dice.
Por: Ariadna Montoya