Hablemos sin máscaras
El impactante secreto que El Santo se llevó a la tumba: Jacobo Zabludovsky lo traicionó
El Santo jamás se quitó la máscara, sólo mostró parte de su rostro en la televisión y durante unos segundos
(Foto: Archivo, El Gráfico)
Uno de los mitos que rodeaban a El Santo era el que decía: “El día que El Santo muestre públicamente su rostro morirá”
De ser cierto esto, mi padre hubiera muerto el mes de agosto de 1982, cuando enseñó por primera vez su rostro en la televisión mexicana en el programa matutino Hoy Mismo, conducido por el excelente periodista Guillermo Ochoa.
Cabe aclarar que jamás se quitó la máscara; únicamente se la levantó por tres segundos, lo cual es un acto muy diferente.
Mi padre hizo esto ante la sorpresa de todos, quizá para demostrar que no estaba viejo, ni acabado, ni lleno de cicatrices en el rostro, como mucha gente afirmaba.
Acción que Guillermo Ochoa festejó, al afirmar que por respeto a El Santo, jamás congelarían la imagen. Mi padre ni siquiera había pensado en esa posibilidad, pues de ser así no lo hubiera hecho.
La segunda vez que mi papá se levantó la máscara, bajo el mismo argumento de que no era un hombre acabado y de que esa no era la razón de su retiro, fue en 1983 en el programa nocturno En Vivo, conducido por el reconocido periodista Ricardo Rocha.
Esa ocasión yo estaba presente en el programa, pues nos entrevistó a los dos. Ricardo Rocha no daba crédito a lo que estaba viendo y aplaudió el gesto de confianza que tuvo El Santo al mostrar por breves segundos parte de su rostro, ante las cámaras de su programa.
Rocha no repitió la imagen y tampoco la congeló, logrando que mi padre se sintiera satisfecho y además agradecido con él.
Fue a finales del mes de enero de 1984, en el programa Contrapunto, en el que se trató el tema “La lucha libre, ¿circo, maroma, teatro o deporte?”, cuando mi padre se levantó por tercera vez la máscara, esta ocasión ante la presencia de Jacobo Zabludovsky.
Hasta entonces este hecho no había tenido ninguna consecuencia, tal y como había sucedido con Ochoa y Rocha, quienes mostraron su ética profesional al abstenerse de congelar la imagen, pues sabían del enorme daño que podrían causar a mi padre, quien actuaba de buena fe.
Sin embargo, el licenciado Zabludovsky no pensaba igual que sus colegas y no sólo congeló la imagen del rostro de mi padre, sino que también anunció en el noticiero 24 Horas: “El Santo se quita la máscara, en exclusiva, y hoy daremos a conocer su rostro”.
Esa noche mi papá se sintió profundamente decepcionado y a la vez molesto. Acto seguido, se comunicó al noticiario y pidió hablar al aire con Zabludovsky para aclarar que nunca se había quitado la máscara.
Sólo nosotros supimos el dolor y coraje que esto le causó, de los cuales no pudo reponerse. Se sentía destrozado y, casualmente, murió unos días después, el 5 de febrero de 1984.
Nos leemos la próxima semana, para que hablemos sin máscaras.