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“Son increíbles las vueltas que da la vida, seguir aferrado a tu sueño y no dejar que nada se interponga. Me marcó seguir adelante, aunque hubiera una mínima oportunidad de ir a los Juegos Olímpicos”, dijo el norteño.
Además, “en el ámbito personal me pasaron muchas cosas más que me hicieron preguntarme ¿qué estás haciendo?, ¿dónde estás?”, por lo que Juan recurrió al apoyo de su mamá y un psicólogo para trabajar lo mental.
“Fue simplemente acomodar las ideas. Poco a poco me inyecté de confianza y, cuando llegué al equipo de Ma Jin, sentí que ya estaba trabajando con un propósito, traía la mentalidad de hambre”, dijo.
Este hecho le favoreció para conquistar el selectivo interno, donde “de las 24 competencias gané 23” y fue el elegido para saltar en París junto con Olvera, con quien “me metí el chip de que los chinos no son invencibles”, así que se plantearon un único objetivo. “Desde un principio, yo quería traerme una medalla y que él se trajera dos preseas”, subrayó.
Con la plata colgada, el clavadista entendió que hay que ser “pacientes y resilientes, todo se acomoda en el momento que tiene que ser”, como le ocurrió.