La magia del equinoccio
(Foto: Archivo El Gráfico)
Esta semana llegó el otoño. En concreto, en México la estación entró el 22 de septiembre a las 15:31 horas, según datos divulgados por el Observatorio Astronómico Nacional.
El ser humano se ha sentido atraído por estos momentos astronómicos relacionados con el cambio de estaciones. Así lo han reflejado nuestros antepasados en numerosos monumentos arqueológicos y, afortunadamente, en México conservamos muchos de ellos.
La arqueoastronomía es la rama científica que se encarga de estudiar la astronomía conocida y manejada hace siglos por el ser humano.
A través del estudio arqueológico, los científicos pueden comprender cómo nuestros antepasados entendieron los fenómenos celestes, qué importancia tenían estos en su día a día y cómo usaron ese conocimiento a nivel social y cultural.
Se sabe que otorgaban mucha importancia a estos fenómenos astronómicos porque de ellos, a menudo, dependía su vida. No olvidemos que la agricultura está muy relacionada con las distintas estaciones del año, también la caza y, en general, el comportamiento de los animales, como sus movimientos migratorios, por ejemplo.
Por todo ello, conocer con exactitud este tipo de fenómenos era clave para la supervivencia de la especie. Igualmente, saber cuándo iban a llegar los periodos fríos les ayudaba a estar preparados para protegerse de las inclemencias propias de cada estación.
Así, el hombre del pasado no sólo dominó este conocimiento gracias a la observación del cielo, también lo plasmó es sus principales monumentos, como recordatorio de instantes astronómicos anuales tan significativos.
A nivel mundial, sin duda, el fenómeno arqueoastronómico más conocido en relación con el equinoccio de otoño es el descenso de la serpiente emplumada en Chichén Itzá.
En uno de los laterales del conocido como Castillo o Palacio de Kukulkán en este sito arqueológico de Yucatán, se forman siete triángulos de luz que van descendiendo hasta una de las cabezas de Kukukcán que decoran su templo en Chichén Itzá.
El efecto se produce por la forma en la que el sol ilumina las nueve plataformas de una de las caras de dicho templo y cada triángulo representa el cuerpo de la serpiente sagrada.
Este efecto lumínico atrae cada año a miles de visitantes de todo el mundo y puede observarse en dos ocasiones al año: durante los equinoccios de primavera y otoño, especialmente una hora antes de la puesta del sol. La existencia de este fenómeno lumínico demuestra el gran nivel de conocimiento astronómico y arquitectónico que poseían los mayas. Igualmente, también cabe destacar en este sentido el sitio arqueológico maya de Dzibilchaltún, también en Yucatán. Según los arqueólogos, llegó a ser una de las urbes más grandes de Mesoamérica, con 40 mil habitantes.
De todos los monumentos que se conservan en Dzibilchaltún, sin duda el más importante es el llamado Templo del Sol, o Templo de las Siete Muñecas. En cada equinoccio, al amanecer, el sol ilumina el centro exacto de la puerta de dicho templo, ofreciendo un impactante espectáculo de luces y sombras al visitante.
Debido a la actual pandemia del Covid-19, aunque el sitio arqueológico ya ha abierto nuevamente sus puertas, no lo ha hecho en el horario en el que se produce este espectáculo arqueoastronómico, todo con el objetivo de evitar aglomeraciones. Ojalá el próximo equinoccio de primavera ya se haya controlado la pandemia y podamos volver a vivirlos.