Ayer presentó el trabajo de Ultramarina Editorial Cartonera en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Es uno de los proyectos que más satisfacción le han dado en los años de su exilio voluntario en España.
Justo un día antes de viajar hacia la Perla Tapatía, Iván se sienta a mi lado en la banca de un parque del sur de la Ciudad de México. Hace apenas cinco días que volvió a su país, después de siete años de no venir, y lo hizo con apenas 15 euros en el bolsillo.
Es una mañana soleada de otoño en la que decidimos vernos para hablar de un arma dura, persistente, temida a lo largo de la historia por aquellos que quieren ocultar la verdad, un arma que Iván Vergara carga consigo y con la que ha construido un puente firme entre su patria, México, y el país donde se abrió paso, España.
La suya es un arma que asusta a quienes han preferido el camino de la ignorancia, como lo hace todo lo desconocido e incomprensible. Es un arma que va directo al corazón y la conciencia, que busca hacer eco y abrir todos los oídos que se han quedado sordos y apagados. Su arma es aquella por la que hoy persiguen y detienen a los jóvenes en México. Su arma es la poesía.
Iván se fue a España hace 11 años y no de vacaciones. Los primeros dos años fueron duros, sin papeles, sin trabajo, con su hermana enferma, sin amigos y comiendo lo que se podía.
Él no estaba ahí para hacer poesía, sino para sobrevivir. No le gusta que algunos alaben la etapa oscura de los poetas malditos, porque no, el hambre no es bonita, y no se necesita ser poeta para saberlo.
Sin embargo, en ese contexto de desolación encontró que su camino eran las palabras, particularmente la poesía, a la que considera “la gran comunicadora”. Y no sólo porque las escribía, sino porque descubrió que muchos a su alrededor también lo hacían y que hacía falta un puente que los uniera para que todos se escucharan entre sí.
Así nació la Plataforma de Artistas Chilango Andaluces (Placa) y con ella, un recital que durante ocho años ha unido las voces de quienes creen en la poesía como la voz latente de la creación universal, tanto en Europa como en América.
“Nuestra labor es la de aprender mutuamente de la resistencia que aplicamos en cada una de nuestras regiones, conocernos para hacernos más fuertes, colaborar, vernos como iguales: nuestros problemas son los mismos y tienen prácticamente los mismos nombres”, me dice Iván, quien ha venido a México a presentar a Ultramarina, una editorial cartonera que se ha consolidado con mucho esfuerzo en Sevilla.
Pero más allá de la editorial, Placa es una plataforma donde todas las artes tienen cabida. Recitales de poesía, documentales, micro relatos, performance, música, son sólo algunas de las expresiones que artistas de México, España, Estados Unidos y Francia han compartido a partir de estos puentes construidos como utopías.
Sin dinero, sin becas, sin padres ricos que los financien, sólo con autogestión y trabajo, estos artistas van por el mundo con la fuerza de las palabras.
Iván ha vuelto a México en un momento en el que tal vez muchos quisiéramos irnos, pero justo por ello, sus palabras me recuerdan que hoy más que nunca hace falta unirse con aquellas personas con quienes somos afines. Aquellos que bien pueden estar en otros países, pero que también están levantando la voz para construir un mejor camino conjunto para todos los que habitamos este planeta.
En los proyectos artísticos y culturales de Placa han participado hasta el momento más de 600 poetas en más de 15 ciudades de España, Francia, Estados Unidos, Reino Unido y México. Iván y sus compañeros se han convertido en un puente entre los poetas de estos países.
Iván, como representante de Placa en México, tiene un objetivo para 2015: crear empleos sostenibles para los que trabajan en el arte y la cultura, para los que siguen escribiendo poesía, editando libros, haciendo música.
EL DATO
¿Quieres conocer más sobre el trabajo de Iván Vergara y Placa?
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