“En un inesperado movimiento, se agachó y bajó ferozmente el pantalón de mezclilla con todo y las bragas, para hacerme un oral desesperado y hambriento”
Encontrarme con ‘S’ siempre amerita visitar tiendas de ropa para buscar los jeans que más nos provoquen, sí, también a mí, porque toda prenda debe convencer a la clienta a sentirse sexy y segura para tal fin.
Tomé tres pantalones, me dirigí al vestidor y ahí me di vuelo enfundándome los vaqueros, debatiéndome en elegir el que moldeara mejor mi figura. Mis piernas, mis caderas, pero sobre todo, mi trasero. A ‘S’ le fascina mirarme en pantalones de mezclilla bien ajustados en conjunto con un par de tacones que ardan de tan altos, cuyo efecto engrandece los contornos naturales de una fémina y detone los antojos de los hombres.
Al tiempo que decidía cuál me iba a llevar, conocí una nueva forma de excitación.
Concentrarme en darle gusto al varón en cuestión e imaginar su reacción cuando notara lo nuevo de la prenda para saciar su fetichismo, provocó en mí una sensación parecida a las caricias que de ‘S’ siempre recibo. Deslizar la mezclilla desde los pies, pasando por mis muslos, hasta llegar a mis glúteos y cerrar con broche de acero en mi cintura, fue tan sensual, que me obligó a tomar el celular y marcar el número del que me esperaría esa noche de viernes: “¿Podemos vernos antes?”.
Sin chistar, el hombre maduro de gesto adusto y barba cerrada que raspa deliciosamente cuando me besa, se dirigió al centro comercial. Y mientras llegaba, inicié un preámbulo estrenando los vaqueros. Comencé a deleitarme al mirarme a través de los cuatro espejos y pasé mis manos por el rudo material que revestía mis extremidades, dando un trato especial a mi trasero.
Mis nalgas nunca se vieron más paraditas como en ese cubículo de potentes lámparas que seducen a la más indecisa compradora. Mi mano derecha en mi redondez y la izquierda dentro de la copa de uno de mis senos.
Los cadenciosos mimos despertaron mi delirio y la urgencia de que ‘S’ arribara al cuarto de un momento a otro; mi humedad no esperó más que un par de minutos.
Desabroché la ropa, fingí cerciorarme si había ocurrido la súbita lubricación y “convencida” de mi inevitable reacción, mis dedos se humectaron, barnizando mi pubis con cierta dificultad por el firme ajuste del pantalón. La regia fricción del textil y el encaje de mi tanga lograron en mi carne salvajes pulsaciones en sincronía con los inocentes piquetitos en mis pezones. Aún no era tiempo de venirme; ‘S’ debía continuar con esta celebración de placer.
Así fue como él buscó entre las tiendas y, clandestino, se filtró a los vestidores. Yo, sólo en brasier, cubierta con los nuevos vaqueros y muy dispuesta por el exquisito consentimiento previo, abrió la cortina y pasmado de tan voluptuoso espectáculo, contempló el modelaje erótico. Mientras yo satisfacía mi lascivia, me contoneaba mostrándole lo bien que me quedaban los jeans en color azul oscuro, y por los escasos metros cuadrados del espacio, debió acercarse a mi cuerpo para que no descubrieran que había un hombre en la zona prohibida. El choque aumentó mi temperatura.
El excitante pretexto conjuntó los dos torsos, al mismo tiempo que yo desabotonaba su camisa para estar a la par en la parcial desnudez; entonces, él hizo lo propio con los ganchos de mi brasier, emprendiendo una comunicación lujuriosa entre mis senos y su pecho velludo, para luego inclinarse un poco y estar a la altura para que ambas braguetas pudieran restregarse, agarrando mis nalgas tan bien dibujadas por los jeans que aún tenían la etiqueta. Apretaba y amasaba acercando su bulto a mi centro vestido con la mezclilla mojada, y en un inesperado movimiento, se agachó y bajó ferozmente el pantalón con todo y las bragas, para hacerme un oral desesperado y hambriento, mientras yo despeinaba su cabellera azabache pidiendo que no se detuviera, sin importarme lo que podría pasar allá afuera… El reflejo en el espejo frontal describía a ‘S’ arrodillado, mis pechos erguidos, mi vientre contraído y la explosión de un orgasmo a través de mi rostro y mi boca jadeante.
Esa mañana, tuvimos bien claro que el estreno de un nuevo pantalón ajustado fue muy diferente al que siempre sucede en su casa cuando me invita a modelarlo exclusivamente para él.
El reflejo en el espejo frontal describía a ‘S’ arrodillado, mis pechos erguidos, mi vientre contraído y la explosión de un orgasmo a través de mi rostro y mi boca jadeante