¿Y los niños? Bien, gracias
Muchos de ustedes seguramente son papás, otros más son tíos o mejor dicho, dentro de su círculo más cercano hay algún escuincle con el que (ya sea por la buena o por la mala) conviven frecuentemente.
Es una lástima ver que cada vez son menos los espacios televisivos dedicados a los más pequeños del hogar. Conforme van pasando los años, van quitando de la programación aquellos segmentos, caricaturas, emisiones infantiles y contenidos que eran propios para aquellos chamacos que muchas veces y estando solos, se ponen a ver televisión para ‘matar’ el tiempo y esperar a que sus padres lleguen del trabajo.
Estoy de acuerdo y me queda claro que todo evoluciona, pero siendo sinceros, la blancura y la inocencia que sólo ellos tienen, debe ser refrescada y apoyada durante su crecimiento y no como está sucediendo hoy en día, que a pesar de tener unos cuantos años de vida, la misma sociedad y los mismos medios de comunicación los empiezan a llenar poco a poco de miedo con tantas imágenes y declaraciones dirigidas sin duda al público adulto.
Tengo 34 años y muchos de ustedes, al igual que yo, crecimos con un formato televisivo muy diferente. ¿Se acuerdan del ‘Tío Gamboín’, de Rogelio Moreno? ¿O bien, de los especiales en vacaciones llamadas ‘Súper Vacaciones’? Se me viene también a la mente y con mucho cariño recuerdo programas como ‘TVO’ o ‘Súper ondas’.
Dichos programas son parte de mi infancia y es increíble que, a pesar del tiempo, los sigo recordando con tanto cariño y es más, hasta me acuerdo de muchas canciones y personajes que me marcaron como los que veía semana a semana en ‘Burbujas’ y ‘El tesoro del saber’.
Hoy nos vemos limitados a tener en televisión abierta sólo un programa con ese formato llamado ‘En familia con Chabelo’. Si bien es una fórmula que nos ha sabido entretener por años (décadas) y no nos cansamos de verlo en pantalla, el público sí se cansa de tener sólo una opción para ese sector.
La televisión mexicana (queramos o no) ha sido un pilar muy importante en la evangelización y cultura de nuestra infancia; hoy por hoy no podemos quedarnos con los brazos cruzados a que un iPad, un iPhone o una computadora suplan la imaginación blanca y la inquietud tierna que los niños poseen y que tanto nos marca para bien en nuestra adultez.
Aún existe en mi interior un niño que siente que avanza ‘la ignorancia’ cada que hago algo mal, que me dan un gran premio cada que contesto algo correcto, o en su defecto, que viene ‘EcoLoco’ por mí cada que me da flojera bañarme.
Aceptémoslo, el proponer un programa de esta índole no sería solamente para los más chicos del hogar; también existe un Mauricio de 10 años dentro de mí que moriría por verlos de nuevo.
¿A poco no?
5,4,3,2 ¡Clarketazo!
