En el ambiente gay aún existen muchos caballeros heterosexuales que tienen relaciones clandestinas con otros hombres.
Era el sueño de cualquier mujer: alto, delgado, muy guapo —realmente mucho, muy guapo— y con un trabajo estable como empresario; sin embargo, tiene un enorme defecto: es gay de clóset y suele conocer a otros hombres para tener relaciones clandestinas.
No analizaremos ni juzgaremos la cuestión de la infidelidad en este caso, porque esta no es una columna que juzgue o critique, no nos gusta meternos en la vida de los demás, que cada quien haga lo que quiera, pero que no lastime a sus seres queridos; aunque sí les contaré sobre esta particular situación.
El caso es de otro amigo, un buen chico de 28 años que siempre ha estado buscando el amor y un día parece que lo encontró en alguien valioso: un caballero de 44 años, con trabajo estable y bien parecido.
Se conocieron en Tinder, una aplicación telefónica diseñada para conocer gente y en la que el galán cuarentón confesó que “era gay de clóset y que se había divorciado”, algo que no le pareció tan mal a mi amigo.
Sin embargo, en la tercera cita y motivado por la culpa, confesó la realidad: seguía casado, vivía con su esposa y tenía dos hijas.
“Soy casado y tengo familia”, dijo, a lo que mi amigo respondió: “Ay, yo también” pensando que era una broma, aunque como no hubo una risa de por medio, entendió que era verdad.
Mi amigo nos enseñó algunas fotos del hombre en cuestión y en verdad parecía un padre comprometido con sus hijas y todo un ejemplo de vida familiar.
Sin embargo, se sentía culpable por su esposa e hijas, pues toda su existencia ha sabido que es gay, aunque nunca lo admitió y terminó casándose.
“Algo como Caitlyn Jenner, pero sin querer ser mujer”, bromeó mi amigo con nosotros cuando nos estaba platicando.
¿Qué hizo?
Como la relación aún no era nada formal, mi amigo tomó la situación con bastante calma: sólo le comentó que en verdad le gustaba mucho, pero no se iba a sentir cómodo sabiendo que existen una esposa e hijas de por medio.
Nos contó que el tema de la familia y los hijos surgió porque le comentó al susodicho que “si era guapo y exitoso, por qué no se atrevía a abrirse más con sus amigos para sentirse más cómodo consigo mismo”.
Y es que a decir de mi camarada gay, el esposo y padre de familia realmente no parecía feliz hablando de su vida original.
Después de que confesara su secreto, mi amigo nunca volvió a ver al sujeto en cuestión, quien seguramente seguirá acostándose con otros hombres y teniendo una doble vida.
Esto sí nos lleva a un punto importante: lo injusto que es obligar a una persona a hacer algo que no le gusta y mantenerlo durante toda su existencia.
Una analogía puede ser el trabajo: piensen en el peor empleo que hayan tenido e imaginen que tienen que hacerlo de por vida. ¿Les gustaría? Les apuesto a que no.
Por eso debemos dejar que los hijos, hermanos y amigos hagan con su existencia lo que quieran, debemos dejar que elijan con quién estar y no presionarlos para que sean algo que no está en su naturaleza.
Si no lo hacemos, no sólo la persona presionada será infeliz, en este caso una esposa e hijas no saben la vida que lleva su esposo-padre, pero imagínense que algún día se enteren y se destape una caja de pandora irreversible.
Así que ya sabemos: cada quien a lo suyo, sin presionar a nadie y como se dice por ahí: “vive y deja vivir”.