El tesoro ancestral de Teotihuacán puede estar a tus pies con un vuelo a 60 metros de altura.
La expedición. Una taza de café se llevará de tu cuerpo la desmañanada y el frío, mientras se inflan los globos.
Una vez listos, subirás a la canastilla para cuatro personas y a volar se ha dicho.
El globo se moverá a donde las corrientes de aire estén más tranquilas. Poco a poco irán subiendo hasta que aparezca bajo sus pies la zona arqueológica de Teotihuacán.
Primero se dirigirán al Palacio de Quetzalpapálotl, donde puedes apreciar los pilares que rodean el patio principal.
La historia cuenta que están labrados con caracoles que fueron ofrendados a Tláloc.
Los otros patios conservan pinturas murales que en tierra se aprecian mejor.
Cerca está la pirámide de la Luna.
Dicen que su altura es de 45 metros y a su alrededor hay otros 13 basamentos.
En el viaje se recorren los cuatro kilómetros de extensión que tiene la Calzada de los Muertos. Y al fin aparecerá la pirámide del Sol. Cada uno de sus lados mide 225 metros.
La gran mole, edificada sobre una sola pieza, es uno de los monumentos más importantes de América.
Después, el vuelo toma rumbo al poblado de San Juan Teotihuacán y su parroquia del Divino Redentor; posteriormente pasa por un plantío de pirules y, finalmente, el globo aterriza en unos campos de cultivo.
En el globopuerto se hace un brindis por la buena travesía. El piloto entrega un certificado de vuelo antes de una comida en el restaurante ‘La Gruta’, sí, dentro de una caverna natural. Ahí comieron Porfirio Díaz, Diego Rivera y Frida Kahlo.
