Antonio tomó con sumo cuidado el frágil y delicado cuerpo de la anciana, pacientemente la llevó del brazo a lo largo del departamento hasta llegar a su habitación, casi con ternura la acostó suavemente sobre su cama, la colocó justo en el centro, asegurándose de que colchas y sábanas cubrieran perfectamente a la pobre abuela.
Después, con sigilo recorrió la habitación, no deseaba hacer el menor ruido, hurgó cajones y bolsos, buscaba algo que le hiciera recordar el momento, revivir la sensación recién experimentada, de cómo el cuerpo de la débil mujer no soportó la fuerza que aplicó en su cuello, la forma en que poco a poco ella se quedó sin aire y murió al introducirle esos objetos por la vagina. Para José Antonio Rodríguez, “El asesino de ancianas de Santander”, sólo había sido otro día de caza exitosa.
Proveniente de un hogar disfuncional, José Antonio poco a poco iba acrecentando el odio que sentía por sus padres, desde temprana edad sufrió golpizas y malos tratos de su padre, que sólo se detuvieron cuando éste quedó postrado a una silla de ruedas. Con tan solo 19 años de edad Antonio enfrentó las primeras acusaciones por acoso y tocamientos sexuales que lo llevaron a una primera instancia de 7 años en prisión.
Hacia finales de la década de los 80, José Antonio descubrió que su buena apariencia física le permitía ganarse la confianza prácticamente de cualquier persona.
Como si se tratara de una vieja sed de venganza contra su propia madre, comenzó a atacar ancianas que vivieran solas, conseguía entrar a sus domicilios mediante engaños y promesas de trabajos de albañilería y plomería a bajo costo, pero terminó robando, asesinando y violando al menos 16 ancianas en un lapso menor a 10 meses, entre agosto de 1987 y abril de 1988.
Todas las mujeres de la tercera edad fueron encontradas asfixiadas, golpeadas y violentadas sexualmente, los primeros cuerpos fueron penetrados por el propio José Antonio, mientras que en los últimos ataques, la penetración la realizaba con objetos diversos que ocasionaban la muerte a las abuelas.
En un extraña acción de aparente remordimiento, el homicida de ancianas de Santander tenía particular cuidado en dejar a sus víctimas recostadas en sus camas, cubiertas perfectamente como su hubieran sido arropadas para un largo sueño del que no volverían jamás.
José Antonio fue detenido tras asociársele con varios de los objetos que había hurtado de las escenas del crimen, de inmediato confesó los ataques, tras su juicio en 1991, la Audiencia de Santander le dictó una sentencia por 16 asesinatos y 9 abusos sexuales que en conjunto sumaban 440 años de prisión, aunque el sistema penitenciario español solo admite una pena máxima de 30 años tras las rejas.
Sin embargo, los días de encierro de José Antonio sumaron solamente 11 años, pues fue asesinado al interior de la cárcel de Topas, Salamanca, en octubre de 2002. Un par de reos decidieron que Antonio había roto las leyes no escritas de los internos, terminando con su vida al clavarle varias veces un filoso puñal.