Aquí no te recibimos ese documento”, “Yo no soy competente”, “No conocemos esa norma” o “Mejor haz algo serio”, son algunos argumentos que Enriqueta Garrido ha escuchado en repetidas ocasiones desde que es abogada animalista.
Cuenta que en la universidad, el respeto que sus padres le inculcaron hacia los animales quiso llevarlo a su tema de tesis, en un análisis comparativo de sus derechos entre México y Alemania. “Mi sorpresa fue que, buscando a un tutor, me fui licenciado, tras licenciado, tras licenciado, y me decían: ‘Cuando tengas un tema que sea importante, me buscas”. Ella siempre ha creído que esos seres —mal calificados por el Código Civil como “muebles”— son un sector vulnerable, que teniendo ya leyes específicas que los resguarden, suelen ser de poco interés para muchos abogados.
En busca de información para su tesis se acercó a asociaciones pro derecho animal y comenzó a trazar con ellas un camino para la defensión.
“Juntos nos íbamos a los cerros de algunas zonas del estado del México para identificar a los vecinos que apedreaban tlacuaches, y presentábamos denuncias en su contra, incluso fui a marchas. Pero cuando vas creciendo profesionalmente te das cuenta en dónde está tu lugar. Y lo mío es la cuestión legal”, comenta.
De ser “poco serio” a ser un tema “de moda”, Enriqueta afirma que en nuestro país la defensoría tiene leyes que permiten acudir a las instancias correctas para proteger a un animal; sin embargo, hay que conocerlas.
“El Código Civil es un código viejo, pero el avance es que ya hay leyes especiales que los definen. Entonces, si yo tengo una ley que define qué es un animal, ya no puedo quedarme con lo que dice un código y así tengo más campo de acción para su defensa”.
Dedicada a impartir el seminario ‘Legislación y defensa de los derechos de los animales’ en la Barra Nacional de Abogados, Enriqueta transmite todo su conocimiento a los representantes de asociaciones y abogados interesados en este tema.
Ella, junto con otros grupos, ha organizado demandas que se traducen en operativos para evitar la explotación y venta de perros en las calles; además, inició acciones contra el maltrato, como en el caso de la muerte y exhibición de vacas destazadas por ganaderos a manera de protesta en el 2004.
Su último caso, el de Capitán, sentó un precedente legal de amparo en favor de un perro que por morder a una niña fue puesto a disposición del Centro de Control Canino para ser sacrificado. De tener los días contados, el can recibe propuestas para ser adoptado. Al final, la seriedad de sus derechos le salvó la vida.
Texto y fotos: Tanya Guerrero