En un estrecho camellón entre las calles de la colonia Estrella, se puede deleitar el verdadero sabor de Oaxaca. Pues con platillos preparados de manera artesanal, y dentro de una casa adaptada a restaurante, aquí se dedican a cultivar la tradición nacional desde hace 28 años.
El lugar se llama “Tanguyú”, que significa “muñeca de barro”. Y como lo dice su nombre, en este local todo se sirve y se prepara en cazuelas de arcilla, que dan un toque especial a cada guisado tradicional.
Pero lo que ahora parece un gran restaurante familiar, comenzó como un pequeño puesto de desayunos. Y es que “Tanguyú” empezó cuando Luis Abel Aguilar —hijo de un farmacéutico nacido en Mihuatlán, Oaxaca, — pidió permiso a su papá para trabajar y experimentar en otro ramo. En respuesta a su demanda, su padre le prestó el pasillo que está a la entrada de su hogar.
Luis no dudó en montar una pequeña mesa para servir chocolate caliente, tamales amarraditos y uno que otro pan. Pero el toque oaxaqueño que guardaban sus sencillos desayunos, le demandaron una extensión. Por eso, Abel decidió ampliarse al patio, y con la ayuda de su entonces novia, María de la Luz, decidieron fundar este restaurante lleno de folclor.
Hoy, ambos llevan las riendas de “Tanguyú”, negocio que te hace sentir en una fiesta de jardín casera, pero alejada de la ciudad. Y es que al entrar, la Virgen te recibe con un vestuario vistoso y los tintes de Oaxaca comienzan a dar color al local; jarritos de barro y productos de Mihuatlán, rememoran su parte más pintoresca y un largo pasillo oscuro, te encamina hacia la cocina principal.
En el patio, música oaxaqueña resuena y el papel picado de colores mexicanos vuela con el aire. Sujetados por pinzas para ropa, alineados, separados por tonalidad, y colgados del techo con ayuda de metate, sus mantelitos de papel expiran un confortable entorno familiar.
Las ollas de mole negro, colorado o de jitomate, nunca dejan de hervir mientras reposan incrustadas en una barra de concreto. Ahí, burbujean y exhalan un suave olor a chocolate que provoca que el estómago abra un huequito y resuene de hambre. Pero el huequito se agranda cuando alcanzas a observar —al lado de un antiguo horno de ladrillo—, las gigantes tlayudas de más de 50 centímetros de diámetro, que se cuecen con una cubierta de asiento, sobre una larga plancha de metal.
Las cocineras, nunca dejan de cocinar. Todas uniformadas y con el cabello recogido en un chongo típico, muelen, voltean, sazonan y preparan todo en un mismo ritmo, con ingredientes traídos de Oaxaca. Al otro lado de la barra, las tortillas hechas a mano, se tuestan sobre un redondo comal.
Video: Paola Ascencio
Aquí todo se sirve calientito, por eso cada bocado de sus pechugas de pollo, cubiertas en el típico y oaxaqueño mole negro, de dulce pero con tostado sabor, saben a apapacho hogareño. Las colosales tlayudas de blanda y delgadita tortilla al tacto, recubiertas con frijoles molidos con hoja de aguacate y chile tabiche, revestidas de queso derretido, trozos de saladito tasajo bien cocido y pedazos de un rojizo y brillante chorizo, crujen y sacian el paladar al morderlas, y son tan grandes que alcanzan perfectamente para dos personas sin pedir algo más.
El chocolate molido y hervido con agua, es una fiel recreación de la bebida celestial. Pues de azucarado sabor, y espumoso sin tener leche, se complementa de la mejor manera con un esponjoso pan de yema de huevo, que resalta su sabor en cada remojón.
“Hace algunos meses comí la comida oaxaqueña en Oaxaca, y me fascinó. Conocí este lugar y lo visito porque sus platillos son idénticos. Las tlayudas, los tamales, todo aquí es delicioso”. Luis Arvizu
“La comida está deeeeeeliciosa. Está riquísima. Yo vine porque mi hermana me trajo. Venimos muy seguido y todo me parece exquisito. Las tlayudas y el mezcal son geniales”. Lupita Hernández.
Vístalos de jueves a domingo de 9:00 a.m a 6:30 pm en la calle Joyas #23, colonia La Estrella, en la delegación Gustavo A. Madero.
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