El martes 12 de mayo el miedo se volvió a sentir en las entrañas de la tierra, a los pies de la cima más alta del mundo. El pánico revivió entre los habitantes de Nepal y la gente volvió a dormir en las calles. Al igual que los nepalenses, David vivió esa fuerte réplica de 7.4 grados de aquel terremoto que con apenas cinco décimas más de intensidad había devastado al país asiático unos días antes dejando una ola de desastre, muerte y tragedia entre la gente.
Cuando David volvía a su hotel en Katmandú pudo ver que en el estacionamiento había varias personas que se preparaban para dormir allí, al aire libre, sin colchonetas ni tiendas de campaña, sólo algunas cobijas. Estaban decididos a acampar allí, aterrorizados de volver a sus hogares.
Un bebé en brazos de un joven llamó la atención de David Muñoz, se acercó a saludarlo y así supo que el pequeño tenía apenas 17 días de nacido. En la mente de este joven mexicano, que trata de llevar un poco de alivio al dolor de estas familias de Nepal con su trabajo voluntario, se agolparon todos los cuidados que un bebé de esa edad requiere y lo vulnerable que estaría durmiendo al aire libre. David cargó al bebé en sus brazos y no pudo hacer más que llorar.
Hace unos días, David Muñoz llegó a Katmandú y al llegar al aeropuerto lo primero que llamó su atención fue mirar a los aviones descargando toneladas de ayuda humanitaria. Él había viajado desde México para ayudar como parte del equipo de World Vision, la organización humanitaria para la que trabaja como gerente de Comunicación para América Latina. Su experiencia en temas de ayuda humanitaria y derechos humanos es de más de 20 años y aún así, al llegar a Nepal, aún no tenía claro cómo podría resultar de ayuda, y no estaba preparado.
David cumplió 42 años entre los escombros de un país en ruinas. No hubo pastel ni velas, pero hubo compromiso y trabajo, lo único que realmente mantiene a David en esta tierra, lejos de su casa y su familia, sostenido sólo por la convicción de ayudar.
En medio de la desesperación y la tristeza, la gente siempre ha sido amable con David y con todos los extranjeros que han llegado a Nepal desde que ocurrió el terremoto.
David estudió diseño gráfico en una universidad privada de la Ciudad de México, posteriormente una maestría en publicidad y ahora está por finalizar su segunda maestría en teología. Los primeros diez años de su vida laboral, sin embargo, los pasó en World Vision México donde realmente supo que era la ayuda humanitaria y los derechos humanos su verdadera vocación. Luego trabajó en la Red por los Derechos de la Infancia como gerente de Comunicaciones y ahora está de vuelta en World Vision, pero en la oficina regional para América Latina como gerente regional de Comunicaciones.
Pero en sus tempranos veintes, David pensaba que se dedicaría a las artes gráficas. El destino lo llevó a trabajar en organizaciones no gubernamentales desde que era estudiante del segundo año de licenciatura y desde entonces su carrera ha estado llena de experiencias invaluables, aunque ninguna tan desgarradora como estar en Nepal ahora mismo.
Ahí, David ha sentido la urgencia que tiene el mundo de que los humanos seamos solidarios, ha mirado a niños que vuelven a jugar aun cuando se han quedado sin casa ni escuela. Muchas personas con las que trata David ni siquiera saben dónde está México, pero le agradecen su presencia y eso ha marcado su vida.
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