Cuando era pequeña, Bibiana no tenía conflictos. Tuvo una infancia feliz y aunque había muchas carencias, tiene buenos recuerdos de sus padres, a quienes acompañaba al campo para sembrar la tierra, después de ir a la primaria. Era una familia donde sólo se hablaba un idioma, el que les regalaron sus antepasados: el mixteco.
Sin embargo, fuera del círculo familiar, una frase siempre la acosaba; “Tienes que hablar español para que puedas ser alguien en la vida”.
Bibiana Mendoza García se resistió a dejar de hablar su idioma y no fue sino hasta los 18 años que comenzó a hablar el español. Aunque para entonces, ella ya era “alguien en la vida”, como tanto le decían sus maestros en la infancia, pues había entendido que era el trabajo lo que la llevaría al éxito, sin importar qué idioma hablara.
Hoy Bibiana es traductora y además administra la Unión Nacional de Traductores Indígenas. Su nombre está impreso en cientos de libros y documentos que lo mismo contienen las sagradas escrituras del Nuevo Testamento, que información para la alfabetización, la promoción de la salud o la procuración de justicia.
Nació en la localidad de San Juan Colorado, en la Costa Chica de Oaxaca. Se trata de un pueblo pequeño que apenas hace poco comenzó a cambiar su paisaje de casas de adobe y palma por el de las construcciones de material, gracias al dinero que envían quienes se han ido a Estados Unidos.
Cuando Bibiana era niña, la gente no cruzaba la frontera, iban a trabajar a Acapulco o a Oaxaca, los más osados, como hizo ella misma, venían a la ciudad de México y casi nadie hablaba el español.
En ese contexto, resulta difícil de creer que hace tres décadas, los maestros pretendieran enseñar a los niños prohibiéndoles hablar en su propia lengua, pero así fue. Cuando Bibiana terminó la primaria a su pueblo acababa de llegar la primera telesecundaria.
Bibiana tenía 12 años y era el primer día de clases en esa secundaria. Le informaron que ahí estaba prohibido hablar en mixteco. Bibiana, al igual que otros de sus compañeros, no hablaba castellano. Había aprendido a leerlo y a escribirlo, pero nunca a hablarlo.
"Un día estaba hablando con otra compañera en mixteco y me escuchó la directora de la telesecundaria. Me castigó. Me puso en el sol con un libro. Pero eso nunca me afectó, yo seguí hablando mi idioma”.
Aquel castigo fue apenas uno de los factores que provocó que Bibiana dejara la telesecundaria en su primer año. Hubo otros, como la falta de recursos económicos y la necesidad de trabajar para ayudar.
Por aquellos años, en la década de los ochenta, llegaron al pueblo algunas lingüistas evangelistas extranjeras que querían aprender mixteco. La familia de Bibiana, al igual que muchas otras del pueblo, habían optado por ser evangelistas y, tal como ocurrió en la época de La Colonia, fue la palabra de Dios la que llevó a Bibiana por un camino diferente. Pero no fue el significado de La biblia lo que la impulsó, pues no la entendía. La leía en español y no le hacía sentir nada. Fue la fuerza de su idioma y la posibilidad que tuvo de ayudar a estas mujeres a construir la gramática de su lengua materna.
A los 13 años, después de haber ayudado a las lingüistas a aprender y perfeccionar el mixteco, Bibiana se fue a Texas con ellas. Ahí estudió en un instituto bíblico y comenzó a aprender a hablar el español.
Hoy Bibiana ha perdido la cuenta de cuantas páginas ha traducido. En muchos pueblos, al ser La biblia el único libro traducido al idioma original de un pueblo, es utilizado como libro de texto para el aprendizaje de las reglas y la gramática de los idiomas originales de México.
Le gustaría que hubiera más libros, otros materiales, más allá de La biblia, pero no siempre existen, ni hay apoyos para editarlos y publicarlos. Sabe que el tiempo apremia, que la preservación del patrimonio lingüístico de México es una lucha contra reloj y lo importante es que su idioma no se pierda.