Llegué a mi encuentro con Josefina, en un café del centro de la ciudad y su imagen impecable me impuso respeto. Tiene una mirada dulce, una elegancia innata y toda una vida de estudios, viajes, investigaciones y anécdotas en varios países del mundo sobre sus hombros. Con más de setenta años, Josefina habla con más esperanza y empuje que muchos jóvenes.
Hubo una palabra que cuando fue pronunciada en la conversación, nos hizo sentirnos mucho más cómodas, por el simple hecho de llamar a las cosas por su nombre. En términos sencillos, decidí resumir la situación de la ciudad de México como “al borde de un colapso de mierda”, y Josefina lo aplaudió. Nos estábamos entendiendo.
Después de la masacre estudiantil de 1968, Josefina Mena se fue de México y no quería volver. Arquitecta de formación, se fue a estudiar un posgrado a Inglaterra. Se casó con un hombre europeo y con él comenzó a trabajar para el desarrollo de tecnologías alternativas de saneamiento ambiental.
Dicho así suena complicado, así que cuando después de media hora de conversación Josefina me escuchó decir que sus investigaciones eran claves en este momento en el que nuestra ciudad está a punto de sucumbir ante el colapso de la mierda, se alegró como si le hubiera dicho el mejor piropo. El esposo de la doctora Josefina Mena quería conocer su país y, de alguna manera, curar la tristeza que el 68 había dejado en el corazón de su esposa. Fue así que a finales de la década de los setenta, ambos se mudaron a México.
Josefina tiene un doctorado en planificación regional, pero cuando fueron invitados por el gobierno mexicano a elaborar los planes municipales de desarrollo urbano de los estados de la región maya descubrieron lo que se volvió su boleto al estudio de la mierda: las tres cuartas partes de los recursos del IMSS en el sureste se invertían en curar enfermedades gastrointestinales. Los niños morían por diarreas derivadas de la contaminación por heces fecales de todo lo que les rodeaba.
A principios de los ochenta decidieron estudiar lo que pasaba en Xochimilco. La primera pregunta fue ¿por qué no apesta? y así hicieron el descubrimiento más importante de su vida: la existencia de las bacterias chinamperas. Ya habían analizado previamente que las heces fecales de los mexicanos tienen 28 agentes patógenos, algo muy por encima del promedio de los desechos de los europeos, vinculado sobre todo a la alimentación, pero también a las condiciones de contaminación e higiene de las personas. Pero en Xochimilco, tras estudiar el sistema agrícola de la Chinampa, herencia de los mexicas, Josefina y su esposo descubrieron que las bacterias que allí habitan resisten hasta 220 grados centígrados de temperatura.
Así, desarrollaron un sistema de manejo de desechos orgánicos y saneamiento de aguas negras elevando la temperatura para que las bacterias chinamperas se encargaran de acabar con los agentes patógenos, aplicando los principios de la Chinampa.
Esta tecnología, descubierta hace más de tres décadas, fue registrada en 1986 como Sistema Integral de Reciclamiento de Desechos Orgánicos (SIRDO). Puede ser implementado en distintos niveles. Desde en una casa hasta en un conjunto habitacional, hasta en una ciudad entera. Josefina asegura que con esta tecnología, cien por ciento mexicana, se pueden construir plantas de tratamiento en cualquier lugar, sin que ello cause daño o molestia a sus habitantes pues nunca habrá mal olor, gracias a la labor de las bacterias chinamperas.
El SIRDO cuenta con dos modalidades de reciclaje: húmedo y seco y para ambas existen modelos unifamiliares o colectivos con varios modelos de cada producto. Composteros chinamperos, Sanitarios ecológicos, Digestores de grasa y la estrella, el SIRDO húmedo familiar —es decir, la pequeña planta de reciclaje de aguas residuales— son el resultado de tres décadas de trabajo y de las ganas de Josefina de que los mexicanos salgamos de la mierda en la que vivimos.
Si se piensa en términos simples, si ya aprendimos a separar los desechos sólidos inorgánicos y a poner en botes de distintos colores el papel, el vidrio, el aluminio y el plástico, también podemos aprender a separar las heces fecales del agua, y a hacerlo desde nuestra casa, desde el momento en el que se produce el desecho.
Josefina está convencida de que si la gente se lo propone, si los vecinos se organizan, pueden decidir sobre qué hacer y cómo manejar sus desechos orgánicos, por ello es que está capacitando a las personas para sanear sus aguas negras y fabricar composta, para transformar, literalmente, nuestra mierda en algo valioso.