Con ella disfruto su compañía tanto como el sexo, nos damos prioridad y caminamos de la mano como una pareja feliz... es mi talón de Aquiles
Con ella las cosas no son solamente sexo. Dicen que todos tenemos un talón de Aquiles, y bueno, creo que ella es el Aquiles completo. Se me calienta el corazón siempre que la veo.
Las personas entran y salen de mi vida constantemente, van y vienen según las ganas y la disponibilidad, pero de alguna forma ella siempre ha estado ahí. Aunque yo salgo con más personas y ella también, cuando nos buscamos dejamos todo para vernos.
De cierta forma tenemos un acuerdo: nos damos prioridad. Nos gusta jugar al amor. Cuando nos vemos nos tomamos de las manos, nos besamos
mientras caminamos por la calle y hacemos lo que una bonita pareja hace normalmente: comer algo gordo, hacer el amor y pelear por alguna estupidez.
Cuando acaba el día, cada quien se va a su casa y retoma su vida. Alguna vez tuvimos una bonita relación de dos años. Obviamente no funcionó. Nos engañamos mutuamente y terminamos peleando por todo, así que decidimos simplificar las cosas y olvidarnos de las etiquetas. Sólo íbamos a “estar pero no estar”.
La relación tuvo un punto de quiebre cuando en cierta ocasión me acompañó a una fiesta por Satélite. Después de unos tragos nos ganó la calentura y terminamos despidiéndonos temprano para meternos a un cuarto.
Ella es de esas personas que te ven a los ojos después de hacer el amor. Yo soy de las que se voltean.
Antes de llegar a la fiesta llegamos a la conclusión de que podíamos retomar un noviazgo y seríamos amor por siempre. Al día siguiente, en la cruda, me arrepentí y le dije que no quería nada. Ella, tan acostumbrada a mis cambios de parecer constantes, no dijo nada.
Estuvo de acuerdo y se fue.
No pasaron ni dos meses cuando la busqué de nuevo y en la cama limamos asperezas. Fue muy cómico, porque mientras jadeaba en mi oído también me reclama que siempre hacía lo mismo.
Interrumpía su respiración agitada para decirme que le chocaba. Después, recostadas una junto a la otra, llegamos a la conclusión: las etiquetas nos perjudicaban, era mejor no definir lo nuestro.
Una relación lésbica tiene sus pros y sus contras (como todo). Aunque a veces suele ser muy complicada por la maraña de emociones, hormonas, descontentos, inseguridades y demás embrollos que tenemos las bellas mujeres, también hay cierto aire de complicidad que jamás podría lograr con un hombre.
Los orgasmos, las caricias, las palabras, todo es diferente…. pero el amor, bueno, ese sí sigue siendo el mismo.