Muchas veces hemos escuchado la expresión: “Mi mejor amigo es gay”. Generalmente viene de las mujeres, aunque también se dan casos de hombres bugas (heteros) que sienten esa curiosa e histórica afinidad por tenerle más confianza a un amigo gay, que a sus propias amigas.
Los hombres gay tenemos esa sensibilidad que acerca a las chicas a abrirse de capa y soltar prenda sin pudor y sin temor. Les abrimos el corazón de manera imparcial y solidaria.
El amigo gay no te juzga, te orienta. No te condena, te centra. No te critica, te apoya. No te destruye, te compone. No te solapa, te hace poner los pies en la tierra.
Es común escuchar que un hombre gay tiene la suavidad de una mujer, con la firmeza y el carácter fierro de los hombres.
Es una combinación de dulzura y dureza al mismo tiempo. Es el ying y el yang de la sabiduría y es el ejemplo más puro de que un comentario –oportuno- te lleva a meditar y a solucionar un conflicto de manera instantánea y eficaz.
El amigo gay es aquel que te escucha con paciencia con un café de por medio, una copa, una caminata al parque, una noche de peda, un rato de canciones rancheras y un mucho de risas y de comentarios chuscos y vaciladores, que te llevan a relajarte y a hacerte sentir siempre bien y apapachada.
Te dan consejos de cómo componer —según sea el caso— o terminar una relación que te tiene en ascuas. Te dicen hasta cómo coger y qué le gusta al fulano con el que sales. Porque, si alguien conoce el cuerpo o la manera de pensar de un hombre es otro hombre y que mejor que éste sea gay. Porque lo hace “por tu bien”.
El chavo gay no compite contigo. Es tu mejor aliado.
Te da consejos de como vestir, como maquillarte, como escoger mejor tus muebles, tus libros, tus obras de teatro, comparte tus gustos musicales. Nunca te tienen envidia —como otras mujeres— y sienten una ‘obligacion’ moral de verte feliz.
El amigo gay casi siempre está de buen humor y dispuesto.
Es muy común que una chava le diga a un hombre gay que le quiere presentar a su novio o un conocido/amigo, para que la saque de dudas y saber si a ese cuate se le va la cochina al monte también.
Vamos, es como si los hombres gays tuviesemos un radar que nos indique quién es quién.
Bien dice el dicho: “Ojo de loca, no se equivoca”. Y por lo regular, es así. No nos equivocamos.
Es como si nos oliéramos como los perritos que se husmean la cola para distinguirse.
Los hombres gays somos muy buenos amigos con las chavas y nos damos al 100 con ellas. ¿Entre nosotros (gays) pasa lo mismo? No sé, pero ese es otro tema.
Pero con la gente que queremos y que nos preocupa, sí que sabemos ser solidarios y buena onda.
Me hace pensar que todo ésto se debe a que cuando estamos indecisos sobre nuestras preferencias es raro que un hombre gay tenga en quién refugiarse y contarle sus cuitas y sus demonios internos.
De ahí, que cuando nos liberamos y podemos ser auténticos, entendemos que hay más gente por ahí que necesita una oreja, un abrazo y un buen consejo de vida.
Es como regresarle un poco a la vida, la consideracion que alguien tuvo alguna vez con nosotros en algún momento.
Siempre es bueno tener un amigo gay cerca. Quien tiene uno, que lo conserve y lo quiera.
Yo sé que no somos —tampoco moneditas de oro para caerle bien a todos— pero cuando somos entregados, lo somos para siempre.
Si los amigos gays no existieran, habría que inventarlos.