Como cada tarde, Stephen regresaba cansado de la universidad, la exigencia del postgrado agotaba sus energías, callaba en clase, pero no perdía ningún detalle, apuntaba y grababa todo comentario en clase que pudiera serle útil, su mirada sólo se dirigía a su notas sin importarle cuántas personas había a su alrededor. Al llegar a casa sólo deseaba sentarse frente a la computadora, concentrarse en transcribir los apuntes de la mañana, los lejanos ruidos le incomodaban. Steph recordó que no había probado bocado, y decidió acompañar su tarea con un bocadillo.
Abrió el refrigerador para echar un vistazo, se percató que la carne escaseaba, por lo que tendría que apresurar sus planes para conseguir un poco más, ahora prefirió un trozo medio cocido, lo calentó y se dirigió al escritorio donde trabajaba, mientras recordaba su clase, alzaba la mirada, quería evitar una leve sonrisa que empezaba a dibujar su rostro, no pudo más y soltó la carcajada en la que el estruendo y el asco se combinaban a la perfección.
Esa mañana, su clase de historia criminal en Bradford fue sobre psicopatía y canibalismo, esa tarde, el trozo de carne en su plato perteneció a la última de las prostitutas que había asesinado, esa noche en su sótano le esperaba una nueva víctima que pronto se convertiría en un nuevo bocado. Así era la vida de Stephen Griffiths, El caníbal de la ballesta.
La era del comercio digital ha facilitado el acceso a las armas en casi cualquier punto del mundo, los portales no investigan los antecedentes o capacidades mentales de los compradores, sólo se preocupan por la forma en que se completará la transacción de compra venta. De esa forma, Griffts compró una poderosa ballesta con la que asesinó al menos a 3 prostitutas que ofrecían sus servicios en Bradford, Inglaterra. Los ataques ocurrieron entre 2009 y 2010.
El asesino en serie de sexoservidoras era un estudioso de la mente de los criminales, tomaba el doctorado en Historia de la Universidad de Bradford, realizaba su investigación sobre tipologías criminales, tomaba cursos de psicología criminal, conocía los modus operandi de los más salvajes psicópatas, aprendió cada movimiento, impulso, biografía, su mente estaba llena de imágenes con cuerpos desangrados, descuartizados, cada día imaginaba las escenas del crimen hasta que se cansó, finalmente decidió traer aquellas imágenes y volverlas realidad.
Stephen asesinó a tres mujeres, las golpeó, asesinó, descuartizó y se comió trozos de los cadáveres de sus víctimas: Suzanne Blamires, de 36 años; Shelley Armitage, de 31 y Susan Rushworth, de 43. El criminal fue aprehendido el 24 de mayo de 2010.
Durante el juicio, Stephen horrorizó a la sociedad inglesa al aceptar haber caído en actos de canibalismo, las autoridades mostraron como evidencia parte de su historial en línea en el que resaltan diferentes perfiles e investigaciones sobre asesinos seriales, así como el haber adquirido una ballesta en la tienda en línea Amazon.
Durante el largo juicio, las respuestas tímidas y monosilábicas por parte del acusado eran comunes, lo único en lo que siempre contestó ampliamente y con seguridad era su nombre: “Soy el asesino de la ballesta, señor juez”.