El ataque ocurrido en el colegio Americano del Noreste, en Monterrey, ha reabierto muchas viejas discusiones en la opinión pública e incluso al interior de algunos sectores como el del periodismo y la criminología.
El tiroteo que llevó a cabo un joven de 15 años y que dejó varios heridos y al menos un fallecido representa un hecho inédito en el estado del norte, principalmente su impacto en todo el país se debe a la pronta viralización de las imágenes de las víctimas y la posibilidad de ver casi de inmediato el video de la desgracia, imágenes que fueron esparcidas, tanto en los medios tradicionales como a través de redes sociales y aplicaciones de mensajería instantánea.
Este tipo de acciones provenían casi siempre de Estados Unidos, las masacres ocurridas en colegios como el Virginia Tech y la secundaria de Columbine, son sólo parte de una larga cadena de tiroteos iniciados en 1966 en la Universidad de Texas, cuando Charles Whitman sube a la Torre de la Universidad y empieza a disparar de manera indiscriminada contra los estudiantes.
Sin embargo, no es un fenómeno exclusivo de Norteamérica, pues en Colombia, Campo Elías Delgado abrió fuego al interior de un restaurante, hecho que los medios bautizaron como La masacre de Pozzeto.
Pese a que los acontecimientos han ocurrido en diferentes puntos geográficos, se han encontrado comunes denominadores de éste tipo de ataques. Los investigadores han tratado de bautizar a estos personajes como “Asesinos múltiples”, debido a que terminan matando a varias personas derivadas de una sola acción violenta, muy asociado al término está la figura del llamado “asesino relámpago”, que de manera similar ultima a varias personas en una sola acción violenta, pero en distintos puntos geográficos.
Los asesinos múltiples pueden ser de tres tipos: los asesinos de familias, ex trabajadores molestos y los asesinos en colegios; todos ellos con un profundo deseo de venganza como principal característica.
En el caso del joven regiomontano, coincide con las características que presenta la mayoría de los tiradores en escuelas y universidades, al igual que en otros muchos casos, se puede percibir, por lo visto en el video y algunas notas de prensa, que el joven presentaba un aislamiento social. En la grabación del ataque se puede apreciar que él es el único que no comparte mesa con sus compañeros, al contrario, está solo en un pupitre personal realizando individualmente alguna actividad que el resto de sus compañeros hacen en equipos.
Los asesinos múltiples se caracterizan por planear anticipadamente sus ataques, es notorio que lo sucedido en el Colegio Americano del Noreste fue un acto premeditado con blancos muy específicos; al mirar las imágenes de lo sucedido, vemos cómo el joven tiene dos objetivos claros, uno de sus compañeros, quien recibe el primer disparo, así como su profesora, receptora del segundo impacto de bala. Tras atacarlos, el resto de las detonaciones son al azar, sin cerciorarse de haber dado en el blanco o no, incluso algunos de sus compañeros que estaban a muy corta distancia y que hubieran podido ser víctimas inmediatas no fueron atacados, también en visible que el agresor contaba con más balas y que fácilmente pudo haberlas utilizado, algo que afortunadamente no sucedió, pero que habla de una planeación.
El atacante regiomontano, al igual que otros asesinos en colegios, terminó la acción disparándose, la psicología criminal comenta que los asesinos múltiples están plenamente consientes de que morirán, tras el ataque, ya sea por un intercambio de fuego con la policía o terminan suicidándose al sentir que su obra ha concluido, es por eso que en muchas ocasiones dejan cartas de despedida, donde anuncian sus planes o reivindican sus acciones.
Pese a que el tiroteo en el Colegio Americano del Noreste es el inicial en esa ciudad, no es el primero en el país; en el 2014, un estudiante asesinó a otro en la escuela oficial 574 de Atizapán, Estado de México; en la Ciudad de México, un joven de 14 años se disparó frente a sus compañeros en un salón de clases de la secundaria 163, en Iztapalapa.
Es sencillo observar cómo el hecho va mucho más allá de un simple desorden mental, sino que debe incluirse en el análisis cuestiones generacionales, como la apatía y el aislamiento de los jóvenes, la accesibilidad a las armas de fuego y la falta de preparación docente para identificar y manejar estudiantes que puedan poner en riesgo a sus compañeros en aula.