“Jeremías penetraba a su mujer mientras que con una mano, que no había empleado todavía, estimulaba su vagina”
Zacarías Taylor es un veterano de la guerra de Vietnam, quien ha decidido suicidarse. Por ello fue a visitar a su hijo, Jeremías Taylor.
Él es un famoso entomólogo quien, junto con su mujer, Marimar Campirana, acaban de sintetizar el veneno de la Drosophila angustinante.
Hasta hace un par de semanas, esta mosca era apenas un mito. Se decía que su picadura provocaba los más poderosos arrebatos sexuales. Que quien la recibía no sólo sentía una excitación y potencia insuperables sino que, al mismo tiempo, se volvía tremendamente atractivo para el sexo opuesto.
Jeremías y Marimar habían conseguido comprobar la existencia de la mosca. No sólo eso: habían sintetizado su veneno. Eso los había llevado a las noches más apasionantes de sus vidas. Es cierto que algunos científicos tienen fama de desapasionados.
De hecho, Jeremías y Marimar apenas estaban interesados por los asuntos carnales. Sin embargo, desde que descubrieron la toxina del amor no dejaban de tener ganas y, por supuesto, de follar.
Fue por eso que regresaron temprano del congreso de entomología donde presentaron su descubrimiento. Aún cuando todos los vitorearon y hasta les ofrecieron puestos vitalicios en las universidades más famosas del mundo, ellos se escaparon pues deseaban volver a su casa, en el Condominio Horizontal.
Su sorpresa fue mayúscula. Apenas llegando descubrieron a Zacarías Taylor completamente desnudo, brincando por las azoteas del Condominio mientras una docena de exuberantes mujeres lo perseguían. Sí, él se había tomado todo un frasco del poderoso afrodisiaco.
Un buen hijo habría hecho lo posible por contener a su padre. Y Jeremías Taylor era un buen hijo.
Sin embargo, tenía muchas ganas. Así que aprovechó que Marimar estaba un poco distraída para subirle el vuelo del vestido por detrás. Se topó con unas nalgas delgadas, pero firmes, con un par de lunares en cada una de ellas.
Marimar se dejó hacer en cuanto sintió los lengüetazos que conectaban los lunares. Separó un poco las piernas. Jeremías no lo dudó ni un instante.
Pasó su lengua por el ano de su amada. Ella lanzó un gemido descomunal.
—Méteme un dedo —le pidió.
Jeremías se lo concedió de inmediato. Marimar experimentó un placer que nunca antes había sentido. Un minuto después, Jeremías penetraba a su mujer mientras que con a mano que no había empleado todavía, estimulaba su vagina. Ella tuvo dos orgasmos. Él sintió que nunca nadie le había hecho sentir tanto placer, pero se contuvo. Como Jeremías no había terminado todavía, cambiaron de lugar y de posición. Ahora ella estaba a su espalda, intentando devolverle el favor.
Mientras lo masturbaba, pasaba su lengua por el ano de su hombre. Jeremías se estaba preparando para recibir el dedo de Marimar cuando un grito los sacó de su concentración. Era desgarrador.
Marimar se incorporó de inmediato. Jeremías se subió los pantalones no sin antes lamer una de las tetas de la mujer. Salieron corriendo al Parque del Pasamanos. El grito era más bien una alharaca. Todas las mujeres que estaban persiguiendo a Zacarías Taylor ahora lo rodeaban a unos metros de distancia. Entonces no era un grito, era el horror salido de las bocas de unas mujeres buenísimas y encueradas. La imagen habría hecho las delicias de cualquier fotógrafo de pornografía: las manos en la cara, las nalgas hacia atrás, las tetas bamboleando, las piernas un poco flexionadas. Una mujer al lado de otra.
Una belleza opacando a la siguiente. El horror robándose la belleza.
Jeremías corrió para descubrir qué motivaba ese grito. Antes de llegar al parque, Marimar lo detuvo.
Una enorme cantidad de moscas estaban sobre el cuerpo desnudo de Zacarías Taylor. La explicación es sencilla.
Zacarías se había bebido todo el veneno sintetizado por los entomólogos. En cuanto salió a la calle, los insectos percibieron el aroma de las feromonas. No dudaron en atacarlo. Cientos, miles de moscas, ahora se estaban convirtiendo en Drosophilas angustinantes. La mosca que, hasta hace poco, era apenas un mito, estaba a punto de reproducirse de forma espectacular.
Jeremías y Marimar eran testigos de cómo se formaba un enorme enjambre de moscas que comenzó a sobrevolar el Condominio Horizontal.
Aprovechó que Marimar estaba un poco distraída para subirle el vuelo del vestido por detrás. Se topó con unas nalgas delgadas, pero firmes, con un par de lunares en cada una de ellas