De Nidia Nadia Malpica sabemos algunas cosas. Lo más sencillo es empezar por lo evidente: está buenísima. Tiene el cuerpo exacto que el más libidinoso de los escultores podría imaginar.
Sus piernas son delgadas y atléticas, pero se van ensanchando hasta llegar a una cadera por la que podría perder la razón hasta el más racional de los científicos mientras intenta comprender cómo es que no puede ser suya.
Se dice, de hecho, que alguna vez la observó de lejos un anciano mientras ella se alejaba apenas cubierta con una falda corta. El viejo echó a llorar de inmediato, al caer en la cuenta de que nunca en su vida estuvo siquiera cerca de tocar un trasero tan espectacular. Y eso que no vio su cintura delgada, de piel tersa y aroma a lavanda. Mucho menos su par de tetas que se bambolean al ritmo de la sonrisa estúpida que pone cualquiera que la ve de frente, hipnotizado por el sensual movimiento.
Después, se puede decir algo más complicado: está medio loca. Sucede que dos voces habitan su interior. La primera, hace caso al pie de la letra a los consejos de su madre. La santa señora le dijo que nunca hablara con extraños.
Por eso Nidia Nadia no habla con nadie. Pero la segunda de sus personalidades arde en deseos de aprovechar ese cuerpecito que se cae de bueno.
Por eso se pone de espaldas recargada en un árbol del Condominio Horizontal, se levanta la falda, deja sus nalgas al aire y espera a que algún galán desconocido la folle.
Al menos, así ha sido durante muchas noches. Ahora, en cambio, cuando acaba de follar con César Olmedo, mejor conocido como “El Paquetón”, se da cuenta de que puede enamorarse. Y no sólo porque César tiene un miembro de tamaño descomunal, sino porque lo sabe usar de la mejor manera posible y, además, puede conciliar a las dos voces interiores de Nidia Nadia: es sordo y, como consecuencia de ello, tampoco habla mucho. Así que no necesita platicar con él para conocerlo y, por eso, tampoco desobedecerá a su madre.
El problema es que César Olmedo trabaja para Lourdes. Ella es gerente de un table dance para mujeres donde, obviamente, César es la atracción. Si hasta las mujeres más emperifolladas de la ciudad se jalan de los pelos y se avientan al escenario con tal de ser las privilegiadas que puedan chupar la erección de César.
Así que César está hipnotizado por Lourdes. Pero también ha sentido algo que nunca le había pasado al penetrar a una mujer. Y no fueron las nalgas ya descritas de Nidia Nadia, ni sentir que su miembro entraba hasta lo más profundo de ese cuerpo. Sintió, por primera vez en su vida, un deseo y un placer que casi lo despierta por completo del hipnótico estado en el que se encontraba.
—¡Nunca dejaré que me abandones! ¡Me debes demasiado! —le grita Lourdes quien, secretamente, está enamorada de César.
César es una buena persona. No sabe qué es lo que le debe a la mujer que lo ha explotado durante meses, pero está dispuesto a llegar a una negociación. Cualquiera que viera la escena podría sospechar de las intenciones de la mujer, pero Nidia Nadia tiene la certeza de que, si permite que esos dos platiquen, César se irá de su lado.
Así que, desde atrás de Lourdes, le hace señas en lenguaje de sordomudos a César. Él se queda absorto mirando cómo las manos de Nidia Nadia hacen una danza en el cielo. Su estado hipnótico se vuelve a establecer sólo que, ahora, le está rindiendo tributo a otra mujer.
César toma de los hombros a Lourdes y, moviendo lentamente la boca, le dice: “Lo siento”. Luego se echa a correr en dirección a Nidia Nadia Malpica quien, a su vez, ya corre hacia su casa en Yacija 20. Cuando entran los dos, cierra la puerta con seguro sin importarle que, a mitad del Parque del Pasamanos, Lourdes esté lanzando una maldición contra ambos.
Nidia Nadia y César están en otro asunto. Quieren averiguar qué tantas lamidas en los testículos del hombre se necesitan para que su miembro crezca al máximo. Quieren saber si Nidia Nadia lo puede colocar entre sus piernas, sin que entre a su vagina, y frotarlo con los muslos. Quieren correr el riesgo máximo que implica penetrarla por detrás. Quieren ver de qué les pueden servir los cientos de juguetes sexuales que Nidia ha acumulado por años de soltería.
Quieren saber cuántos orgasmos seguidos puede tener César. Se encierran sin saber que Lourdes no está dispuesta a ser humillada. Mucho menos, cuando, bajo ese vestido hay una belleza, y una venganza.
Nidia Nadia y César están en otro asunto. Quieren averiguar qué tantas lamidas en el hombre se necesitan para que su miembro crezca al máximo