Pilar Silva Romero, de 15 años, es una muchacha delgada de ojos grandes y oscuros. Hasta hace unos meses vivía en casa de sus abuelos maternos, con su mamá, Patricia Romero, y su hermana menor de 13 años, en Joquicingo de León, Estado de México. Ahí, en el patio, hay una casita de madera en la que Pilar y su hermana solían jugar. Ahora, la hermana menor se mete ahí a llorar porque no sabe dónde se encuentra Pily ni ha podido hablar con ella desde finales de marzo.
El año pasado, en Joquicingo, Pilar estudiaba el primer año de la preparatoria, y planeaba estudiar Pedagogía, ya que su pasión, decía, era enseñar y educar a los niños. De hecho, ya ayudaba a su hermana menor a hacer la tarea; además la peinaba y la vestía cuando había fiestas, y en general era su confidente y mejor amiga. Pilar era muy católica, era asidua a misa y estudiaba para enseñar catecismo a los niños más chicos. También le gustaba hacer cajas de regalos, pulseras y collares.
En diciembre pasado, su mamá le regaló material para decorar uñas de gel, ya que planeaba poner su propio negocio y así tener algún dinerito mientras estudiaba el bachillerato. Así pasó diciembre, decorando las manos de la mamá, la hermanita, las amigas, las tías.
“Era muy de su casa, una niña muy noble”, explica su madre, Patricia Romero. Ella piensa que justo esta nobleza, esta sensiblidad, fue lo que otras personas aprovecharon para sacarla de casa.
Lo único que se podría llamar extraño es que Pilar tenía una tarántula como mascota. Su madre no lo supo, sino hasta hace poco, pero el arácnido fue regalo de un joven de 24 años, nueve años mayor que su hija y dedicado a la política. Cuando Patricia se enteró de la relación, se acordó que la muchacha viviera con su padre, en la Ciudad de México, en la colonia Agrícola Oriental.
Tuvo que dejarlo todo y empezar de cero. Dejó trunco el primer año de la preparatoria, así como las clases de catecismo, su proyecto de negocio de decoración de uñas, además de las cajas de regalos y el diseño de collares y pulseras. Ya no convivía a diario con su hermanita, y dejó a las amigas y amigos de su pueblo. Todo lo dejó y se fue con su papá, de nombre Javier.
FUE CONVENCIDA. En enero pasado, Pilar escapó. El joven, nueve años mayor que ella, la convenció. Tras denuncias y búsquedas, la familia dio con ella. Se decidió buscar la ayuda de un sicólogo y también continuar con su plan de vida: que la muchacha tomara clases de computación y de preparación para el examen de ingreso a bachillerato.
Parecía que las cosas iban mejorando. Pero el día 22 de marzo, su padre le regaló un teléfono celular, y para el día 27 de marzo, cinco días después, Pilar se fue. No se llevó nada: ni ropa, dinero o libros. Incluso dejó su tarántula.
En México, el peligro de ser ‘nini’ (joven que no estudia ni trabaja) es mucho más grande para las mujeres. Según las últimas mediciones, las jóvenes mexicanas tienen una probabilidad casi cuatro veces más alta que los hombres. Y el dejar de estudiar y trabajar a esa edad tendrá un impacto muy profundo en la vida de cada una de ellas.
Actualmente no se sabe dónde está Pilar, si se encuentra bien o mal. Su madre está muy preocupada por ella. Pero quien más llora sigue siendo su hermana menor, quien por las tardes se mete a la casita de madera a llorar y no comprende por qué su hermana no se ha comunicado con ella.