La tragedia guatemalteca recuerda historias semejantes en México. Cuarenta y tres niñas muertas hasta ahora, quemadas vivas en un albergue estatal, bajo el cuidado de autoridades. La historia nos lleva a pensar en los 49 bebés que murieron quemados en la Guardería ABC, en Sonora, hace ya casi 8 años. Las niñas hacinadas, violentadas física, emocional y sexualmente, también tienen ecos en el drama de los niños y adolescentes bajo el “cuidado” de Mamá Rosa, en Zamora, Michoacán, caso que explotó hace casi tres años ya.
Cuarenta y tres niñas muertas, quemadas vivas. Pero antes de esa dolorosa forma de dejar el mundo, decenas y decenas de niñas guatemaltecas que, en vez de haber sido protegidas, cuidadas, alimentadas y educadas, fueron violentadas, agredidas sexualmente, vejadas y encerradas, de acuerdo con los testimonios recopilados en medios guatemaltecos e internacionales.
Ocurrió en Guatemala, el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer; la misma fecha en la que miles de mujeres en el mundo marcharon para exigir igualdad entre hombres y mujeres, y para gritar un alto a la violencia de género. Mientras miles marchaban, en Guatemala las niñas ardían.
Ocurrió en el albergue estatal Hogar Seguro Virgen de la Asunción, a 20 minutos de Guatemala, capital de aquel país. Ahí mandaban a huérfanos, niños que tuvieran algún problema con la ley, menores cuyas familias tuvieran conflictos judiciales, niños con discapacidad, de la calle… Según los reporteros Gabriel Woltke y Martín Rodríguez, en el albergue retenían a unos 800 bebés, niños y adolescentes, en un espacio con capacidad para 500 personas. Este nivel de hacinamiento también recuerda el caso mexicano de Mamá Rosa.
Las historias de abusos sexuales y violencia ya eran sabidas en Guatemala. En octubre de 2016 el periodista José David López publicó una pieza en Plaza Pública, en la que narró cómo uno de los maestros, Édgar Rolando Diéguez, exigía a sus estudiantes, niños y niñas, hacerle sexo oral. También cómo un albañil violaba a una jovencita con retraso mental.
Las historias estaban ahí. Todos las conocían. Pero el albergue siguió funcionando (como en los casos mexicanos).
Así que, frente a la impunidad, niñas y niños del albergue se fugaron masivamente del lugar. Los funcionarios y cuidadores los reaprehendieron y los encerraron. Las niñas exigían que las dejaran salir. En su desesperación, prendieron fuego a unos colchones para que abrieran la puerta. Pero nadie lo hizo. El saldo, hasta ahora: 43 niñas muertas.
Vecinos narrarían a la prensa, después, ya consumada la tragedia, que las niñas gritaban: “¡Viólennos aquí, delante de todos. Vengan a violarnos, pues, si eso quieren otra vez!”.
Luisa Fernanda Rodríguez, periodista guatemalteca, comentó para El Gráfico que muchos de ellos estaban ahí por orden de juez porque sus familias fueron amenazadas por las pandillas maras.
"El gobierno no tiene ni el personal ni los recursos necesarios para garantizar la seguridad de los menores. Se demostró que hubo negligencia y falta de reacción de todo el aparato de gobierno. Esto indigna más a una sociedad golpeada por la corrupción y las mafias, que no garantiza la vida de los más vulnerables".
Por eso es que las declaraciones del presidente guatemalteco, Jimmy Morales, “incomodaron a la población porque responsabiliza a toda la sociedad en general y no asume la responsabilidad que debe; esperamos que la investigación del Ministerio Público pueda poner en prisión a los responsables, y evitar que otra tragedia de esta magnitud se repita en el país”.