Desciendo de un autobús en medio de la carretera Panamericana sur en el kilómetro 419 en Nasca, Perú, el calor es insoportable. Mis ojos no daban cabida a estar frente a un mítico mirador que su silueta le ha dado la vuelta al mundo y su estructura ha sido la más fotografiada, sólo había tenido la oportunidad de contemplarla en libros y revistas que abordaban el tema Ovni.
Desde lo alto de este sitio, se puede observar un fenómeno extraordinario construido sobre la planicie de las Pampas de Jumana; me refiero a las impactantes Líneas de Nasca que sus secretos han permanecido callados por milenios.
He llegado hasta aquí con un grupo de mexicanos, todos ellos originarios de la ciudad de Tijuana, Baja California, y San Diego, California, al mando del reconocido investigador Dino de Labra, su esposa Talge Samaha y el periodista Daniel Muñoz.
Todos con la intensión de conocer y contemplar los misterios de uno de los desiertos más áridos del planeta.
Las Líneas de Nasca están integradas por gigantescas figuras de animales, de humanoides, de trazos perfectamente geométricos construidos en las laderas de cerros o planicies a manera de pequeños caminos de color blanco, esto se debe —según los especialistas— a que sus constructores, la cultura Nasca, retiraron la capa superficial del terreno, que es más oscura debido a la oxidación natural, para dar paso a un fondo blanco.
SOBREVIVEN AL TIEMPO. Me percaté que eran pequeños surcos que tienen un ancho —según datos oficiales— que va de los 40 a los 210 centímetros, pero lo que no puedo comprender es ¿cómo se han podido mantener ahí por tanto tiempo?
Podemos pensar que por la velocidad y dirección del viento la arenilla va de un lugar a otro, pero no, no lo ha cubierto. Me queda claro, entonces, que esto es un mensaje contundente para alguien que llegaba del cielo; y me sorprende más que sus constructores sabían que el aire generado por un clima muy cálido y seco, obliga al viento a cambiar de dirección y no afectar a esas figuras en lo más mínimo.
Para corroborar estos datos, sobrevolamos los 500 kilómetros cuadrados, superficie total en la que se extienden las figuras que van desde los 45 metros hasta varios kilómetros de longitud.
Es impresionante mirarlas a través de la pequeña ventana de la avioneta que salió del Aeródromo, el cual cuenta con varias empresas que prestan el servicio y que por 80 dólares, permiten al visitante contemplarlas por 30 minutos.
El copiloto es la persona que nos sirve de guía para saber exactamente en dónde se encuentra cada figura que están en medio del todo y de la nada, ahí donde sólo el sol, el viento y la Luna pueden estar.
¿Para quiénes fueron trazadas sobre la arena estas figuras? ¿Los dioses antiguos necesitaban de estos símbolos para saber en dónde se encontraba su pueblo contacto?
Si nos inclinamos por la teoría de los Extraterrestres de la Antigüedad, nos daremos cuenta que hace 2,000 o 2,500 años atrás, “ellos” contaban con tecnología muy parecida a la que maneja actualmente el ser humano y por ello, de la necesidad de trazar en el suelo estas figuras.
Una de las investigadoras más destacadas es la de la alemana Marie Richie, quien llegó por primera vez a Perú en 1932 como educadora de los hijos del cónsul alemán en la ciudad del Cuzco. Fue hasta 1941 cuando se enamoraría de estas figuras de la planicie de las Pampas de Jumana, del desierto de Nasca.
A partir de ese momento, dedicaría por completo su vida a tratar de resolver este misterio. Parte de sus conclusiones fue que estás figuras estaban dirigidas hacia los astros, por lo tanto, sería un gran calendario astronómico.
Diversas culturas a lo largo de la historia en todo el planeta, tuvieron objetivos como pueblo o nación y cuando esos objetivos se cumplieron dio como resultado construcciones extraordinarias y esta es tan sólo una de nuestra Latinoamérica.
Finalmente las Líneas de Nasca fueron declaradas por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad desde 1994.