Estos son dos casos que llevan años sin resolverse y de los cuales hay muy pocos datos. Las mujeres desaparecidas no tienen mucho en común, excepto que un día salieron de sus domicilios y jamás se les volvió a ver.
Gabriela Rojas Hernández tenía 27 años cuando desapareció el 4 de noviembre de 2009.
A mediados de octubre de ese año Gabriela llegó por unos días a casa de sus papás, donde vivía su hijo, que entonces cumplía seis años. Gabriela le había comprado un pastel y un regalito. Estuvo por 15 días en el pueblo de San Felipe Santiago, Jiquipilco, estado de México, descansando, conviviendo con sus padres y su hermana Irene, y disfrutando a su pequeño. Le hacía mimos, lo llevaba al Bosque de Chapultepec, hacían paseos. Eran sólo unos días porque debía regresar a su empleo como trabajadora doméstica de planta en una lujosa residencia en Bosques de Las Lomas.
Casi todo el dinero que Gabriela ganaba se iba en la manutención del pequeño.
Irene habló con Gabriela poco antes de que ésta partiera. Le pidió que le echara muchas ganas para sacar adelante a su hijo. Ella respondió que sí, pero era difícil, muy difícil sacar adelante a un niño sola, además estaba también la soledad, sus propias necesidades como ser humano, el trabajo extenuante, el no poder estar con su pequeño.
El 4 de noviembre de ese año, Gabriela abrazó a su hijo por última vez. Le prometió regresar pronto y llevarlo a pasear. Antonio, el chofer de la casa en la que Gabriela trabajaba, pasó por ella. En la familia sabían que ella y Antonio sostenían una relación. No era del agrado de la familia, pero en fin.
Vieron a Gabriela alejarse en el auto. En ese momento no pensaron que nada estuviera mal. Pero a los pocos días marcaron a su número de celular para saber como estaba todo. El teléfono estaba apagado. Dejaron pasar unos días más y volvieron a llamar. Continuaba apagado. Gabriela tampoco se comunicaba, aunque acostumbraba hablar con su hijo cada pocos días.
Pasaron más días y en la casa se preocuparon. Algo no era normal. Así que fueron a la residencia de Bosques de Las Lomas donde Gabriela trabajaba.
Preguntaron por Gabriela. Ella nunca había regresado a trabajar. Entonces pidieron hablar con la patrona para que les facilitara la dirección o el teléfono del chofer. La señora no los recibió. En el lapso de todo el primer año fueron en varias ocasiones para pedir ayuda, pero la patrona jamás aceptó verlos ni proporcionar alguna información sobre Antonio.
“Sólo sabemos que vive por Santa Fe, pero es todo. No tenemos forma de buscarlo, de dar con él”, explica Irene.
El número de celular de Gabriela se mantuvo apagado por más de tres años. Actualmente no saben si el número fue asignado a alguien más. La familia, humilde, de escasos recursos, tardó mucho tiempo en interponer una denuncia por la desaparición de Gabriela, denuncia que hasta la fecha no ha obtenido resultados. Para muchos, Gabriela se fue de forma voluntaria. Sin embargo, el hijo, que tiene ya 12 años, sigue preguntando por su mamá, él no cree que lo haya abandonado por gusto. Actualmente Gabriela tiene 33 años.
Fue a la escuela y ya no volvió. Guadalupe Bello busca a su única hija, Jazmín Paloma Bello González. La mañana del 26 de diciembre de 2013, la muchacha, quien entonces tenía 17 años, salió de casa.
Dijo que debía resolver algunos asuntos concernientes a su escuela, un Colegio de Bachilleres en la Magdalena Contreras. Nadie más la volvió a ver. La señora Guadalupe no tiene más elementos que aportar sobre el caso de su hija. Sólo pide tener noticias de ella. “Sólo quiero saber que está bien”.