Este es el testimonio directo de Fabiola, una mujer de 32 años que, bajo engaños de corte religiosos, fue víctima de trata. Una pareja le prometió trabajo y un ambiente espiritual para ella y sus tres hijas. En cambio fueron secuestradas. Ella logró escapar, no así las tres pequeñas: Antelma, de 14 años; Daniela, de 11 y Carla, de 10.
Todo empezó en noviembre de 2011, cuando Fabiola, delgada y pequeña, fue invitada por conocidos a un retiro religioso de fin de semana.
Partieron en grupo el viernes por la noche, pasaron el fin de semana en pláticas religiosas y oraciones cristianas. Ahí conoció a Samuel, quien se presentó como pastor religioso y quien ahora tiene 60 años, y a la esposa de éste, María Guadalupe, de 33. Durante las siguientes semanas coincidió con ellos en las pláticas a las que asistía. Así trabaron amistad y en marzo de 2012 la pareja invitó a Fabiola a trabajar, haciendo el quehacer de su casa, en San Francisco Acuautla, Ixtapaluca.
Meses después, por junio del mismo año, Samuel convenció a Fabiola de trabajar en una “escuela bíblica”. La idea era que Fabiola viviera ahí junto a sus tres hijas. Trabajaría también como doméstica y a cambio sus hijas estudiarían la biblia y también podrían asistir a la escuela regular. Todas tendrían comida y techo. Fabiola aceptó.
Partieron una tarde con rumbo al estado de Tlaxcala. Llegaron a Vicente Guerrero, un poblado pequeño cerca de la frontera con Puebla. En la casa había dos mujeres más —una de ellas muy joven con dos niñas pequeñas— y un muchacho de 20 años con algún tipo de discapacidad intelectual que, aseguraban los anfitriones, habían recogido de algún albergue.
El primer año las cosas fueron más o menos como lo habían prometido. Las tres niñas, de entonces 11, 8 y 7 años, asistían a la primaria.
Al año siguiente las cosas comenzaron a cambiar. Samuel tachaba a todos de tontos para hacerlos “inteligentes”, impuso un sistema muy estricto: no se podía salir con libertad de la casa, él decidía que se veía y qué no en televisión, no había más libro que la biblia y las mujeres debían vestir muy específicamente: sólo faldas largas, manga larga y pelo cubierto. Posteriormente Fabiola fue abusada sexualmente bajo el argumento de que debía “purificarse”.
Una tarde, Fabiola y sus hijas escaparon. La madre pidió dinero prestado a una vecina y se trasladaron a Nanacamilpa, una ciudad cercana. Ahí se detuvieron para hablar por teléfono. La pareja las alcanzó ahí y fueron obligadas a regresar.
Pero lo peor vino cuando la hija mayor concluyó la primaria. Entonces Samuel se opuso a que siguiera estudiando la secundaria, acusa Fabiola. De ahora en adelante, dictó el “pastor religioso”, debía ser también su mujer y comenzó a abusar de la niña.
En diciembre de 2014 Fabiola escapó de nuevo. Sólo pudo hacerlo ella sola. Asegura que interpuso una denuncia en Tlaxcala. Incluso, regresó con policías a la casa en Vicente Guerrero, Tlaxcala, pero no estaban ni sus hijas ni Samuel.
Ella regresó a vivir con su familia en el estado de México. Pero en enero de este año, mientras caminaba cerca de su domicilio, volvió a ser retenida por la misma pareja.
En los siguientes meses, madre, hijas, Samuel y María Guadalupe hicieron un viaje a Coyuca de Benítez, Guerrero, donde viven unos parientes de la mujer. Ahí falsificaron las actas de nacimiento de las niñas.
Al regreso volvieron a vivir en Ixtapaluca, estado de México. Una mañana de abril de este año Fabiola volvió a escapar. Saltó la barda, cruzó un tejado vecino y brincó a un terreno baldío. Por medio de aventones llegó a casa de su familia, que decidió esconderla durante unos meses. Hasta hace poco que Fabiola busca públicamente a sus hijas.