El 22 de julio de 2014, Rosa María y su esposo Mario Bolaños vieron por última vez a su hija Perla Alondra, de 22 años.
Desde hacía un mes, Perla, su esposo Alfredo y la hija de ambos —una bebé de 8 meses— se habían instalado en una casita que les prestó Mario en San Lorenzo Huehuetitlán, municipio de Santiago Tianguistenco, en el estado de México, pero no contaban con calentador de agua, entre otras cosas. Así que aquel martes entre todos estuvieron arreglando la casa y los suegros se retiraron ya tarde, pasadas las 11 de la noche.
Perla se había bañado. Llevaba el pelo envuelto en la toalla cuando sus padres se despidieron. Ella los acompañó al auto y Mario le dijo:
—Cuida muy bien a la niña, no la dejes sola con su papá, porque Alfredo toma mucho.
—Sí papá, respondió Perla.
Rosa María calcula que esa misma noche su hija desapareció, ya que al día siguiente nadie recuerda haberla visto en el centro del pueblo, donde ella vendía dulces y paletitas para ayudarse.
Pero fue hasta el 25 de julio que Alfredo llamó por teléfono a Mario. Le dijo: “Tu hija se fue con un fulano. Aquí está tu nieta”.
Mario, Rosa María y otros miembros de la familia se trasladaron a San Lorenzo; cuando llegaron Alfredo cambió la versión y aseguró que, como Perla lo había abandonado, él había decidido dejar a la niña en el DIF de Santiago.
En el camino rumbo al DIF, Alfredo cambió de nuevo su versión, que en realidad unos patrulleros le habían quitado a la niña y ésta se encontraba en el DIF de Toluca. Mario, Rosa María y su yerno tomaron rumbo a la capital mexiquense. Ahí, en carretera, Alfredo aseguró que sabía dónde estaba Perla.
—Yo conozco al fulano con el que se largó.
—Llévame con ella, respondió el suegro.
—Bueno, no sé exactamente dónde está. Yo sólo seguí al fulano, dijo Alfredo.
Mario reviró que como él ya no estaba con su hija, le devolviera las llaves de la casa. Llegaron al DIF y se encontraron con que la niña efectivamente estaba ahí, pero en calidad de “desconocida” y sin nombre.
Mientras los padres de Perla resolvían todo el papeleo para recuperar a su nieta (papeleo que se extendió por 50 días), Alfredo se fue, se emborrachó y por la noche, como ya no tenía llaves, trepó la barda para entrar a la casa, donde se encontraban las hermanas de Perla, tratando de encontrar alguna pista sobre su desaparición. Al verlo llamaron a la policía.
Bajo ese pretexto Alfredo fue interrogado por la desaparición de Perla y pocas horas después fue puesto en libertad.
hallaron restos de sangre. Durante los días siguientes, primos, hermanos y tíos buscaron a Perla por zona: pegaron volantes, peinaron terrenos aledaños. Revisaron la casa en busca de evidencia y así notaron que había restos de sangre en el baño y en la recámara, en unas cortinas. No faltaba ropa de Perla, excepto los pantalones y la sudadera que llevaba cuando sus padres la vieron por última vez. Pero todos sus zapatos se encontraban en casa, incluso los tenis que llevaba aquel día. Alfredo alega que le había comprado otros y con esos se fue.
El 28 de julio, peritos llevaron perros entrenados en la búsqueda de personas muertas, buzos dragaron un canal y un pozo cercano a la casa. No encontraron ningún rastro. Tomaron muestras de la sangre que fue hallada en el baño, como publicó El Gráfico en su momento.
Cincuenta días después, Mario y Rosa María lograron recuperar a su nieta del DIF.
Apenas hace dos meses, explica Rosa María, entregaron los resultados de las muestras de sangre halladas en las cortinas. Corresponden a su hija Perla. Pero hasta la fecha “no hay suficientes pruebas para investigar al esposo como sospechoso”, resume Rosa María. Oficialmente su hija está ausente.