En la década de los años cincuenta, El Santo ya era un consagrado no sólo en el ring, sino en el espectáculo y el cine, ya que trabajaba en el Circo Atayde como domador de elefantes. También se publicaba su historieta y empezaba su carrera cinematográfica.
Estas múltiples actividades lo hicieron sumamente popular, razón por la cual recibía un sin número de invitaciones para asistir a eventos sociales, desayunos, comidas y cenas en donde empresarios, políticos y aficionados lo agasajaban con exquisitos platillos.
Lamentablemente apenas podía probarlos, ya que su máscara no le permitía abrir bien la boca por el diminuto espacio entre sus labios.
Lógicamente no podía asistir sin ella, pues todos los invitados y anfitriones esperaban la llegada del Enmascarado de Plata; además, mi padre era sumamente celoso de su incógnita, nadie conocía su rostro y jamás se hubiera atrevido a quitarse la máscara con tal de comer, como lo hacían y hacen hasta hoy la mayoría de los enmascarados de la época.
Así que aplicando sus conocimientos y gustos por el diseño y el dibujo, confeccionó una máscara especial para comer libre y cómodamente.
Fue así como llevo su idea en papel a don Ranulfo López, su costurero oficial, quien después de varias pruebas le entregó su primera máscara plateada para comer, misma que sólo dejaba ver un poco de la parte inferior de su barba.
Al principio mi padre se sentía descubierto, pero en realidad no se veía más que su barba y su boca, así que a la hora de comer se disculpaba en la mesa y se dirigía a algún lugar privado para cambiar su tradicional máscara por la abierta.
Sin embargo, este diseño no funcionó como él esperaba pues la parte de piel que había entre los labios superiores y la punta de la nariz continuaba impidiendo que pudiera abrir bien la boca.
Así que realizó otro diseño más y en este segundo eliminó la parte que aún lo limitaba para comer y entonces la abertura fue desde la punta de la nariz hasta el mentón.
Con el paso de los años se volvió un experto en intercambiar ambas máscaras ante todos los asistentes sin que se viera su rostro.
Tiempo después otros luchadores confeccionaron sus capuchas con estas características, como fue el caso de La Sombra Vengadora, quien junto con el Solitario fueron de los primeros en utilizar una máscara con la boca abierta y no para comer, sino para luchar.
Después aparecieron otras bellas máscaras como la del León Negro, el Rostro y el Caballero Tigre. Actualmente ya cualquier luchador usa esta modalidad en sus tapas.
Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras.