El Hijo del Santo hace su agosto

28/08/2015 13:10 El Hijo del Santo Actualizada 13:10
 
Queridos amigos de El Gráfico y seguidores de esta columna que con mucho gusto escribo cada semana: Agradezco su preferencia y las sugerencias que a través de Twitter, Facebook y en persona me hacen. Quisiera complacerlos y es por eso que hoy escribo lo siguiente.
 
Siempre es grato recordar los triunfos y éxitos pasados, pero es más grato compartirlo con las nuevas generaciones de aficionados, así como con todos aquellos que han seguido muy de cerca mi carrera profesional. 
 
Todos los meses del año hay un motivo para  celebrar en mi historia luchística, pero hay meses que fueron más fructíferos que otros. 
 
Uno de ellos es agosto, en el que hay  inolvidables y sangrientos encuentros en los que estaba  en juego mi máscara y que vale la pena recordarlos, tal como me lo han pedido, pero lo haré de manera  cronológica según los años en que ocurrieron estos acontecimientos.
 
1984: Un viernes 17 de agosto,  en el  Auditorio Fausto Gutiérrez de Tijuana, desenmascaré a un maestro y gran luchador que se escondía bajo el personaje de El Porro.
 
Era nada más y nada menos que el profesor Rodolfo Ruiz, hoy réferi del CMLL. Esta fue una prueba de fuego en mis inicios y vencerlo me llenó de seguridad,  pues sabía que estaba bien preparado técnica y mentalmente. 
 
1985: Un viernes 9 de agosto, hace 30 años, dejé sin cabellera a un joven impetuoso y gran rival: Tornado Negro. Esto sucedió en su natal Tijuana, también en el Auditorio Fausto Gutiérrez;  yo tenía en contra a 50 por ciento del público que apoyaba a su paisano.
 
Con mucho orgullo les puedo decir que ha sido la mejor entrada registrada hasta el día de hoy en este recinto; literalmente,  la gente estaba sentada en las vigas o trabes que sostienen el techo del auditorio. Esa noche se quedó una gran cantidad de gente fuera del local y  no pudo ver esta gran y sangrienta lucha que afortunadamente logré ganar en dos de tres caídas. 
 
 
1986: El 31 de agosto fue domingo y gané una de las máscaras más representativas de mi carrera,  pues las dinastías de El Santo y Los Hermanos Espanto volvían a estar frente a frente. La Plaza de Toros Monumental Monterrey lucía pletórica, era un gran cartel y la lucha estelar era un combate muy esperado por el público. Nuevamente me jugaba el todo por el todo y ahora contra el Espanto Jr. 
 
Ante nosotros un réferi inigualable y respetado por todos: Ray Mendoza. La lucha fue dura y sangrienta y enfrenté a un extraordinario rival que jamás dio un paso atrás, pero mi experiencia y la mentalidad triunfadora me sacaron adelante hasta alcanzar la victoria.
 
Es muy difícil decirles cuál ha sido la lucha más dura de apuestas que he tenido en mi carrera, porque al recordar cada una de ellas vuelvo a sentir la adrenalina, la responsabilidad y el temor de perder mi máscara. Esto sucede porque como el profesional que soy, jamás me hubiera vuelto a enmascarar. Así que después de estos grandes combates he podido  levantar la mano en señal de triunfo. 
 
1987: El domingo 2 de agosto hace 28 años, el Auditorio de Torreón, Coahuila, ante un impresionante lleno, fue testigo de cómo logré dejar sin cabellera al que seguía siendo mi gran rival y originario de este lugar:  el Espanto Jr., a quien un año atrás había dejado sin máscara.
 
¿Se imaginan el apoyo que este excelente luchador tenía ante sus paisanos? ¡La mitad del auditorio  estaba en contra mía! Confiaban en él,  pues dos semanas antes me había arrebatado el Campeonato Mundial de peso ligero, así que don Jesús Andrade Salas (su nombre de pila) estaba crecido y parecía decidido a triunfar, buscando venganza por lo sucedido  en Monterrey.
 
1988: Viernes 19 de agosto, Auditorio Fausto Gutiérrez, nuevamente en Tijuana, una plaza en la que he obtenido grandes triunfos y, hace 27 años, una máscara más en mi carrera profesional al destapar a mi admirado rival el León Chino,  cuyo nombre verdadero es Albino Hernández. Al despojarse de su capucha el público descubrió que su enorme melena era natural, pues muchos creían que se trataba de una peluca.  
 
1991: Domingo 18 de agosto, la Plaza de Toros Monumental de Monterrey fue testigo de un triunfo más para El Hijo del Santo. Esa tarde expuse mi máscara en un triangular en el que participaron Stuka (quien también exponía su tapa) y el Perro Aguayo,  quien ponía en juego su cabellera.
 
Fue un combate en el que  el polémico réferi Gran Davis levantó mi mano en señal de triunfo cuando vencí a Stuka y después, en una caída dramática y sangrienta, derroté a don Pedro Aguayo. Afortunadamente salí vencedor y dejé solos a mis rivales. Los aficionados pensaron que caería la cabellera de Aguayo, pero este señorón dio la sorpresa y desenmascaró al  joven Joel García.
 
2005: Un domingo 21 de agosto me enfrasqué nuevamente en un torneo de máscaras, en la Arena Solidaridad de Monterrey. Mi corazón latía con mayor rapidez al igual que siempre que expongo mi apreciada máscara.
 
Todos los participantes metidos en una jaula nos enfrentaríamos entre sí y los dos últimos en salir lucharían para descubrir la incógnita de su rival. 
 
Silver Star, Gato Volador, Centurión Negro, Diluvio Negro, Cyber Vikingo y el Hijo del Santo. Como era obvio, todos se aventaron en contra mía por ser el rival a vencer, así que fueron saliendo uno a uno y de pronto me vi solo contra un hombre de 1.90 metros de estatura y 100 kilos de peso; luchar contra el Vikingo era como ver un enfrentamiento entre David y Goliat. 
 
Este luchador de origen italiano era repudiado por todo el público que estaba a mi favor. Yo sabía que si me lograba atrapar me haría pedazos, así que mi táctica fue cansarlo, contrarrestando su fuerza con mi velocidad y en la primera oportunidad que tuve salí de la jaula sin necesidad de rendirlo. Lo dejé solo dentro de ésta y no tuvo otra opción:  se despojó de su tapa y resignado la entregó en mis manos. Como han leído, agosto ha sido un mes muy especial en mi carrera profesional.
 
Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras. 
 
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