Hola, mis chulos lectores, como cada miércoles se llevan un poco de mi entre las páginas de este diario. Hoy quiero que me imaginen. Que con cada palabra su mente me vaya pintando.
Entrando a tu bar favorito, jeans azul marino y una blusa de tirantes, la noche es lluviosa y por el frío mis pezones dejan ver que no traigo brasiere, tú sentado en la barra con una cerveza en la mano, camino a tu lado con unas amigas, nos sentamos en una mesa al fondo y no dejas de mirarme, mandas un trago y simplemente digo que no.
Me levanto, camino hacia ti y me siento a tu lado, suena buen rock de fondo, comenzamos a platicar y en cuanto menos lo esperas ya han pasado varias horas y están a punto de cerrar el bar, mis amigas se despiden y preguntan si las acompaño, es el momento decisivo entre nosotros, mi respuesta es “no”, pues me iré contigo a pasar un rato más.
Terminamos la última ronda de cervezas y caminamos por la avenida platicando. Acordamos ir a mi casa, al subir al taxi me subo empinándome para que veas la marca de mi tanga sobre el pantalón, muy provocativa.
Llegamos y justo te estás quitando la chamarra mojada cuando volteas a verme y ya estoy frente a ti, comienzo a besarte jugando con mi lengua por tu boca, tomo con mi mano tu pene sobre el pantalón, y sin dejar de besarnos comienzo a desabrochar el cierre de mi pantalón.
Con los pies me bajo el pantalón y así saco tu miembro para subir una pierna en tu brazo y metérmelo, luego comienzo a moverme suavemente mientras te beso.
Sientes mi calor y de lo mojada que estoy, escurre mi flujo por tus testículos, me cargas para cogerme, me recargas contra la pared y sigues así hasta que logro tener un orgasmo.
Me bajo y tomo mis pies, sigo empinada y tú sigues dándome mientras me tomas por la cadera, mis tetas botan y se escuchan con cada empujón que me das.
Yo me volteo para poder saborearte hasta que te quede lo más hinchada que se pueda, me acuesto sobre el sillón y te hincas frente a mí, pones mis rodillas en mis hombros y me la metes duro.
Mientras tomas mi cuello para apoyarte, me avisas que estás a punto de venirte y me preguntas ¿dónde? Sin dudar te susurro entre gemidos “adentro”. Terminas y al salirte observas cómo me escurro; con tus dedos me limpias y vuelves a meterme todo el líquido. Dormimos en el sillón y para cuando despiertas, yo ya estoy sentada en la mesa, vestida con una bata transparente, tomando una taza de té y escribiendo mi columna en la computadora.
El sol alcanza a transparentar mis pechos y el agua que escurre de mi cabello eriza mis pezones. Sonrío y te digo amablemente que si gustas bañarte antes de irte está bien y que cierres la puerta al salir.
Camino hacia mi habitación y me acuesto a dormir, y así termina todo. Solamente una noche y no más.
Supongo que para más de uno, eso sería perfecto y bastaría para alegrarles el día.
Así era la Helena de antes, debo admitirlo, aunque ahora sólo quedará en un relato, que espero lo sueñen cada día a partir de hoy.
Escríbanme cómo sería su noche perfecta conmigo, espero leer historias llenas de pasión y buen rock. Mis chulos, les mando muchísimo amor.