Hace ochos años un derrame cerebral puso en jaque a Lalo Ayala. Todo parecía estar en su contra, atado a una cama tuvo que aprender a valorar su nueva vida y animarse a crecer.
Eduardo Benito Ayala fue parte del 20% de la población que sufre un derrame cerebral sin previo aviso. El 80% recibe señales como convulsiones o ataques.
Lalo nunca supo que una malformación de nacimiento reventaría una vena en su cerebro que le pondría la prueba más dura de su vida. Una semana en coma y al despertar su mundo había cambiado por completo. Sus manos y pies no se movían, le era imposible hablar, comer y respirar.
Sus días corrían en un cuarto de hospital con su cuerpo aferrado a una máquina para vivir.
Ocho meses de cuestionamientos, preguntas sin respuesta, pero sobre todo de reflexión y de aceptación.
"Dejé de ver lo perdido y comencé a ver todas las oportunidades", comenta.
Al salir de cama comenzó a usar la silla de ruedas y en una salida cayó y sintió dolor. En ese momento supo que podría recuperar todo. "Lloré de la emoción, no porque me dolió, sino porque ese dolor significaba que estaba vivo, que después de no sentir nada, otra vez sentía. Ahí supe que dolor es igual a felicidad", afirma Lalo.
Lalo libró la muerte y tenía que contarlo al mundo. Regresó a la escuela y terminó una maestría en Administración de Empresas. El siguiente paso era escribir un libro y así llegó Wendy a su vida, primero como asesora y ahora como su esposa.
"Yo no veo ninguna discapacidad en Lalo, lo admiro", comenta orgullosa Wendy Utrilla.
Así juntos lograron la publicación de "Derrame de la vida para la felicidad cerebral". Un libro que cuenta la experiencia de Lalo a partir del derrame cerebral y que busca ser un ejemplo para las personas que atraviesan por esta condición.
Con un libro publicado y dos en camino, Lalo no se detiene. Su siguiente sueño por cumplir es ser papá y ya está planeando el momento perfecto con Wendy.
Lalo ahora camina y aunque sí sufrió secuelas por el derrame, ninguna le impide continuar cumpliendo sus sueños.