Plomazo marcó su destino

Al día 26/05/2016 05:00 Astrid Rivera Actualizada 05:01
 

Era 15 de junio de 2004, Víctor Manuel regresaba a casa luego de dar clases en una escuela primaria, pero antes de entrar un grupo de personas detuvo su camino. 

El objetivo aparentemente era robar el coche, pero los asaltantes se excedieron en saña. Golpes que le destrozaron dos costillas, patadas que lo "noquearon" y un balazo que lo destrozó por dentro. 

"No me opuse al asalto y a pesar de eso me quisieron subir al auto, pero mi hermano salió y yo vi que le apuntaron, sometí a uno de los asaltantes, pero llegó un cómplice por atrás y me puso la pistola en el hombro y disparó. Sentí todo caliente y caí, pensé que iba a morir desangrado", recuerda el profesor Víctor Manuel García Santiago.

La bala tronó el diafragma, perforó un pulmón, el hígado, el riñón derecho y la vejiga hasta que finalmente se alojó en la parte baja de la espalda. Víctor Manuel tuvo que ser inducido a un coma de 15 días para tolerar el dolor. 

ya lo extrañaban. La incapacidad le impidió regresar a dar clases durante mucho tiempo. Sus alumnos de primaria y de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Aragón lo extrañaban y le pedían que regresara. 

El proceso fue lento y difícil, tres meses en cama y luego la silla de ruedas. Aprender a moverse, depender de alguien más hasta para ir al baño, pero al subirse a la silla Víctor Manuel supo que era momento de aprovechar la movilidad.  "Pensé 'de aquí para adelante todo será difícil', pero comencé una terapia para usar muletas y fue hasta abril del 2015 que comencé a caminar con bastón, me caí decenas de veces, pero apliqué filosofía budista que aprendí en Japón: si te caes siete veces te tienes que levantar ocho". 

Antes del atentado, Víctor Manuel hizo una maestría en Educación de Medios en Japón. En su currículum también presumía haber formado parte de la mesa de redacción de un periódico, haber dado clases durante varios años en primaria y un par de años en la FES Aragón. 

En su trayecto sumó amigos y compañeros que realmente lo apreciaban y fueron su mayor inspiración para volver a las aulas. 

"Un ex alumno me dijo que me necesitaban en la universidad, mis amigos de Japón me mandaron una caja de grullas de origami que significan salud y aprendí que si uno está aquí es porque tiene que hacer las cosas mejores, que le hace falta a las personas y aún podemos compartir lo que sabemos con alguien", asegura. Hace unos meses, el profesor recibió  de parte de la UNAM un reconocimiento y una medalla por sus 10 años dando clases.

Víctor Manuel no falta al trabajo, se entrega totalmente y contagia a sus alumnos su pasión por el periodismo. 

Espera seguir frente al pizarrón al menos 10 años más y cuando llegue la jubilación hacer todo eso que alimenta su alma: leer, viajar y disfrutar a su familia. 

 

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