Como hilo sobre tela, la vida la fue empujando al bordado de alta costura. Vestidos de gala y ropa formal fueron hechos en la máquina de coser que siempre ha sido su fiel compañera.
A los 16 años aprendió a bordar en las Adler, que con el paso del tiempo sustituyeron el pedal con un motor que daba el ritmo de trabajo. Con la práctica y la pasión hilvanadas, María Elodia Becerra López se convirtió en una de las mejores bordadoras de la fábrica en donde trabajaba.
A los 17 años, egresada de la carrera de Comercio y después de tomar clases de bordado en la escuela, Elodia entró a trabajar a una casa de ropa en la avenida 20 de noviembre, en el centro.
Con dedicación y pasión, estas manos que hoy tienen 81 años, midieron, cortaron y bosquejaron sobre maniquíes cientos de vestidos confeccionados para catalogarse como de alta costura, que por su estilo novedoso y buena hechura fueron llevados a lujosas tiendas departamentales como Palacio de Hierro y Sears.
Así que si en el clóset guardas un diseño Motola, comprado en alguno de esos escaparates, puede ser que las finas manos de esta mujer lo hayan modelado hace casi cuatro décadas.
"Me daría gusto saber que alguien guarda alguna de esas piezas. Estaba muy orgullosa al ver que en los almacenes se exhibía lo que nosotras habíamos hecho en el taller", comenta Elodia, confesando su pasión por el bordado.
"Para modelar se necesita práctica e imaginación. Hay que medir y saber cómo se forma el talle de la mujer".
Junto con cuatro modelistas más, Elodia sacaba de las revistas el diseño que quería llevar a la realidad. Hacía las medidas sobre papel, trazaba un molde que cortaba para probárselo al maniquí y una vez que apreciaba el talle perfecto, hacia el mismo procedimiento sobre la tela en donde también trazaba los adornos.
"Nos gustaban las telas bordadas con florecitas. Ese tipo de detalles los imaginas o lo sacas de ahí y son los que realzan el vestido".
De entre los modelos de ropa casual que Elodia más recuerda, están dos: uno corto, negro con olanes blancos de gaza, que en palabras de su modelista "se vendió mucho y era muy bonito".
Otro largo, color pastel con flores bordadas en todo el entalle que resaltaban por estar pegadas de cuatro en cuatro. Estos y decenas más, son los que María Elodia confeccionó desde los 18 hasta los 24 años.
Hace dos meses, un nieto suyo regresó de Alemania con una petición que le permitió desempolvar el recuerdo. Le pidió que cosiera su bolsa de viaje favorita, la misma que lleva con él a todos lados.
Como no hay nada que las manos de Elodia no puedan hacer, punto por punto cosió el morral con su incondicional máquina, la misma que la acompañó en esa pasión que hoy por hoy le sigue bordando olanes en el corazón.