Diario de una pasión

07/01/2014 03:00 Lulú Petite Actualizada 09:50
 

Querido diario: 

Discutí por una tontería con César, el hermano de Mat. Resulta que tuvo la osadía de decir que Diario de una pasión es una película cursi. Habría sido un comentario equis, a no ser por su tono despectivo cuando dije que era una de mis películas favoritas.

Claro que es cursi. Tiene todos los clichés del romance acaramelado y de lacrimoso. Un poquito de Romeo y Julieta, erotismo, cachondeo, una actriz guapa, un actor que te quieres comer a chupetones y un final sorpresivo, de ésos que te hacen decir “es que me entró una basurita en el ojo”.

Eso no significa que sea mala. No me voy a hacer pasar por conocedora de cine, pero es una historia ligera y bien contada, que te recuerda lo que significa comprometerse para toda la vida “en la salud y en la enfermedad”. Trata un tema universal: el amor.

El amor es el motor del mundo. Vivimos para amar. No sólo a una pareja, hay quienes aman a sus padres, a sus hijos, a sus amigos, a sus mascotas, incluso hay quienes aman el dinero, el poder, o los que sólo se aman a sí mismos, pero ese amor, por quien sea o lo que sea, es lo que los hace funcionar.

No soy tampoco una fanática. No vivo pensando en príncipes azules ni romances de novela, pero cuando veo una película amorosa bien lograda, no puedo evitar que me guste. La discusión terminó cuando puse cara seria y cambié de tema. César es perceptivo, así que de inmediato reaccionó para que no naufragara nuestra conversación. 

Y es que ¿por qué no divertirnos con las películas de amor, cuando todos los días nos topamos con realidades no amorosas?

Tengo un cliente maravilloso. Le digo Conejo. No es que parezca uno, como el exportero del Cruz Azul. Le digo así porque me parece de lo más tierno y amoroso (como Tambor, el conejito de Bambi).

Es guapo, haz de cuenta que es un clon mexicano de Ricardo Montaner: bajito, delgado, blanco, ¡idéntico! Hasta con los ojitos chiquitos, la chispa en sus pupilas y la sonrisa traviesa. Te juro que cuando lo conocí, pensé que me iba a decir “Vamos negra pa’ la conga”. Debo decir que, además, es espléndido en la cama. Me encanta cuando llama.

Tiene 47 años y es soltero. Bueno, soltero después de dos historias de amor que terminaron en el juzgado de lo familiar con un “felices para siempre”, asentado en la repartición de bienes y pensión alimentaria, de sus correspondientes sentencias de divorcio.

La ex mujer número uno, después del divorcio decidió hacer un viaje por tierras exóticas. En las orillas del Nilo conoció un egipcio. El tipo más pinche guapo del mundo. Como en película: alto, mamado, sonrisa perfecta, piel de caoba, ojos profundos, las pestañas más tupidas y la cara más bonita que te puedas imaginar. El asunto es que se encandiló tanto que se lo trajo a vivir a Huatusco, su pueblo, y se casó con él, y ahí tienes a la princesa Diana veracruzana, con su Dodi Al-Fayed de fayuca.

Claro, en Huatusco, capital y emporio mundial del café veracruzano, jamás habían visto a un muñecazo tan galán y ella iba por todos lados presumiendo a su maridito, un tipo perfecto, de no ser por sus dos pequeños defectos: el primero, es un bueno para nada. El segundo, que además de ella, también tenía una esposa en Argentina y otra en Egipto. Le salió trígamo el condenado faraón. Cuando el señor le sacó toda la lana que pudo, agarró sus chivitas, convenció a su mujer de que le comprara un boleto para ir a ver a sus papás a Egipto y ojos que te vieron ir.... A mi amigo se le doblan las piernitas de risa cuando me lo cuenta.

El caso es que mi conejito se volvió a casar y la ex mujer número dos le salió canija. Cuando eran novios cogían como conejos, pero nomás se casaron y le cerró el changarro (o la conejera). Como si le hubieran cambiado un chip, la damita ya no quería ponchar. Eso sí, de algunas dejaditas, salieron dos chilpayates que son su adoración. Cuando todo terminó, él se quedó muy endeudado, con visitas restringidas a sus nenas y el compromiso de pagarle a su ex una supercasa. Fue un divorcio matemático: suma de pleitos, resta de derechos, multiplicación de problemas y división de bienes.

El caso es que, con todo y patada en el trasero, está rehaciendo su vida (y su patrimonio). Es muy amoroso y tiene un espléndido sentido del humor. A mí me gusta como coge, no sé por qué su ex haya dejado de hacerlo, el caso es que recuperado del segundo divorcio, desde hace unos meses comenzó a salir con una colega venezolana.

Si ese es el problema con él, que es buena gente. Resulta que la chavita lo trae más de patrocinador que de novio. Le saca lo que puede, pero ni las pompis le da. Se ríe como niño chiquito de su ex mujer con el egipcio, pero anda en los mismísimos pasos con la venezolana, ¿qué le vamos a hacer?

La vida es así. Nos la pasamos buscando amor, sexo, satisfacciones, pero en la vida real el colorín colorado no viene siempre coronado por un felices para siempre. Por eso si una película como Diario de una pasión te hace imaginar que es posible, aunque sea cursi, vale la pena disfrutarla, ¿a poco no?

Hasta el jueves

Lulú Petite 

 

 

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