Querido diario: Rafa y yo estábamos en el guayabo, cerca del mediodía, cuando nos llevamos un susto. Para ser honesta, él me asustó a mí. Sonó la alerta sísmica, yo no la oí, pero el sí y pegó un grito. En pleno coge y coge, pega un brinco de espanto y por poco sale en cueros al pasillo, cuando recordamos que era 19 de septiembre y el simulacro estaba programado. Él está medio traumatizado porque se las pasó negras cuando el terremoto del 85. Pero no era más que un simulacro.
Al Rafa le hago horario especial porque sé que es el único tiempo que tiene para ello y le gusta salir de presiones a eso de media mañana. No se anda con ruedos y me dice lo que quiere. A veces se le antoja un guagüis, otras veces me lo quiere hacer de pie recostados contra una pared, otras veces simple y llanamente abre la puerta y me pide que lo sorprenda. Llevo un año atendiéndolo y creo que he sabido comprenderlo.
Rafa es un veterano con estilo chavorruco, de esos a los que no les gusta que los traten como señores. De todos modos, ¿cómo se le hace si a leguas se le nota el kilometraje? No está tan arrugado, pero sí se le ve la experiencia. Además, algo en su vestimenta no cuaja. Usa tenis con jeans ajustados. No soy de las criticonas, pero sí siento que hay una época para vivir las cosas y Rafa anda en desatino. Sin embargo, es buen tipo y siempre viene con una aventurilla que contarme. Verás: ¿sabes de ese talento que tienen algunas personas para encantar a quienes conocen a su paso? Pues Rafa lo tiene. Creo que ha sabido juntar las vivencias de sus años y emplearlas para enamorar a sus seres queridos. Se ha divorciado tres veces y está por casarse una cuarta vez con una chava más o menos de mi edad. El otro día que nos vimos me mostró la foto de la chica y me impacté. No es que sea envidiosa ni nada por el estilo, pero una güera así le tumba el negocio a cualquiera. Curvas y más curvas en ese cuerpo.
—Disculpa que me entrometa, Rafa —le dije después de hacerlo la primera vez—, a ver, no es que me moleste, pero ¿qué chingados haces buscando putas teniendo a un bombón así en casa?
Rafa masculló la respuesta con una sonrisa hacia dentro y se rascó la calva semicanosa. Puso el celular de vuelta en la mesa de noche y se cubrió hasta el cuello con la sábana.
—Yo soy un hombre libre —dijo con los ojos llenos de brillo.
A Rafa le va bien en la vida y tiene una energía incontenible. Su futura esposa es una abogada jovencita y muy guapa. Tanto Rafa como ella saben que su relación es, por lo menos, abierta. Por muy guapetona que esté ella, Rafa no puede quedarse con una sola mujer y, al parecer, ella tampoco.
—Lo importante es la variedad —sentenció antes de voltearse hacia mi lado y empezar a manosearme.
Entonces vino lo del simulacro del terremoto y nos sacó un poco de onda. Del tiro, aquellito, que había empezado a endurecérsele, se le había replegado. Él temblaba nervioso. Quería fumarse un cigarrillo, pero le dije que había una mejor manera de calmarse la nervatina. Lo tomé por las muñecas y lo atraje hacia mí.
Me siguió el juego. Lo atraje hacia la cama y nos acostamos juntitos. Sus labios gruesos y viriles encontraron los míos. Su lengua describió circulitos en torno a la mía. Nuestras pieles se juntaron erizadas, anticipando más intimidad, más candor y pasión.
Nos abrazamos muy apretados, rodamos por la cama y yo quedé encima de él. Intentó acomodarse, pero yo lo empujé y lo clavé a la cama. Me miró con sonrisa atónita. —Déjate consentir —le dije con picardía. No había manera de que se quedara quieto. Era demasiado travieso y juguetón. Es difícil decirle que no a alguien que siempre te convence de hacer las cosas a su manera, sobre todo si igual disfrutas complaciéndolo. Hubo una época de crisis en la que se pintaba las canas, pero menos mal que ya pasó. Se ve mejor así y le da más atractivo a su persona.
Sus brazos son gruesos y su pecho disimula su incipiente pancita. Sus piernas acarician las mías y su rodilla amaga con una cosquillita en el interior de mis muslos. Siento que me humedezco y siento un cosquilleo en mi estómago. Nos miramos a los ojos antes de que me penetre. Alzo las piernas y me abro lo más que puedo para recibir toda esa potencia varonil que reposa en su palpitante y venoso miembro.
Sus manos van rápido hacia mis nalgas. Hunde sus dedos en mi piel tierna. Me sostiene y me levanta la cadera para afincarse con más fuerza sobre mí. Yo clavo las uñas en sus hombros, me muerdo los labios, gimo desde la garganta y siento que las rodillas me tiemblan. Me lame el cuello y es como si me derritiera. Mi pecho se estruja contra el suyo. Lo veo venir. Él aprieta el ritmo, yo me aferro a sus nalgas que empujan, le digo que se siente muy rico, que no pare, que quiero que se corra y que me lo eche todito adentro. Esto lo enloquece. Echa sus últimos cartuchos y se corre con la respiración agitada. Él tiembla, yo tiemblo. Esto no es un simulacro, son nuestros cuerpos telúricos, haciendo un terremoto en nuestras pasiones. Se desploma sobre mí exhausto.
Al cabo de un rato le hace un nudo al condón y me lo muestra. Está llenito de leche. A mí se me hace la mejor metáfora de toda la vida que tiene Rafa para dar. Un beso, Lulú Petite