Esa chica que se mira en el espejo está irreconocible. Los ojos nublados, aquella tormenta en el alma, los vientos de octubre en su cabello. Y lo que no se alcanza a ver son los témpanos de tristeza en su interior, el frío que le recorre la espina dorsal. Y es que el desamor es un bicho oscuro y lento que te recorre con paciencia el corazón, que no dudará en clavarte sus tenazas o inocularte todo su veneno. En aquella habitación todo es un retrato fiel del abandono: cajas de cartón apiladas, ropa amontonada sobre el sofá, una coca de lata sobre la mesa, paredes desnudas y ventanas sin cortinas. Karla se acaba de mudar de departamento y no tiene ganas de arreglar nada. Lleva tres días sin hacer gran cosa. Sólo escucha una y otra vez las mismas canciones que a ella le gustan aunque son demasiado tristes. ¿Por qué es tan cruel el amor?, se pregunta una y otra vez. Karla sólo quiere palabras que le recuerden su miseria, que le aten al dolor, porque siempre ha sido propensa a la depresión. Y no sólo eso, sino que le gusta atormentarse, sentirse patética, como una estúpida. Para colmo de males, no soporta la canción que Leonardo le dejó a manera de posdata, "So Cruel", de U2, con una nota que decía “nunca unas simples palabras fueron tan certeras para describir mi desilusión”. Y se marchó como se va agosto o diciembre, con el viento frío a sus espaldas.
Y para acabarla de chingar, por la ventana entra una canción de U2 en vivo: “Cruzamos la línea/ ¿Quién presionó a quién?/ No te importa a ti,/ me importa a mi./ Hemos ido a la deriva,/ aún estamos flotando./ Yo sólo aguanto/ para ver cómo te hundes,/ mi amor”. La banda irlandesa toca en un foro cercano a ese departamentito de interés social.
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Karla es joven y hermosa, pero su autoestima nunca ha sido alta. "Siempre se enamoran de mí los patanes o los casados o los mujeriegos", suele quejarse con sus amigas. Lo que no entiende aún es que, por lo general, ella es quien provoca eso. Sí, puede que tenga razón, son los peores hombres quienes la buscan, pero a fin de cuentas es ella quien los acepta o quien tiene el poder de rechazarlos; pero no, su enfermedad emocional la orilla a aceptarlos. Así pasó con Víctor, también con Gerardo, y ahora con Leonardo. Uno la golpeaba, otro la engañaba y el más reciente no supo amarla. “Nunca me valoraste”, le reclamó cuando él le comentó que la relación no funcionaba. A Leo no le gustaba que ella siguiera saliendo con su ex novio, con el argumento de que “seguimos siendo muy buenos amigos”. Ella lo acusó de no entenderla y le hizo un drama. “Eso que tú tienes se llama co-dependencia”, le dijo Leonardo, quien agregó que no quería una relación enferma. “Yo también tengo que sanar muchas cosas”, explicó Leo, “así que es mejor que cada quien siga por su lado”. Ella se molestó tanto que le dio una bofetada y le gritó que lo odiaba. Le dijo que se iba el fin de semana a casa de sus padres, para que él sacara sus cosas. Todavía Leonardo tuvo sus dudas, así que la llamó para tratar de arreglar las cosas. Karla apagó su celular, no respondió a los mensajes y tampoco devolvió las llamadas. Claro, su hermana le recomendó que lo perdonara hasta que él fuera a buscarla. "Y si no te ruega es porque no te ama", agregó su terrible consejera. Y Bono sigue fustigando la tristeza: “Los hombres que te amaron, los que más odiaste,/ pasaron a través de ti como un fantasma./ Te buscaron, pero tu espíritu está en el aire./ No estás en ningún sitio…/ No sabes si es miedo o deseo./ El peligro es la droga que te coloca/ la cabeza en el cielo, los dedos en el barro”. Karla piensa: no le llames, no le busques. Él es quien tiene que rogarte.
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Pero Leonardo dejó de buscarla, ya no insistió. Y Karla encontró otro pretexto: es que no me amaba demasiado, argumentó. A los pocos días ella se mudó porque “todo me recuerda a Leo”, le comentó a su amiga Ana. Así que pidió sus vacaciones, empacó sus pertenencias y se fue al departamento que le prestó Ana para alejarse del “poco hombre” que no supo valorarla. En lugar de reconocer sus errores, sus limitaciones, prefirió hacerse la ofendida, aunque eso implicara ahogarse en sollozos, navegar en insomnios. Así es el desamor, que te acaricia un rato el corazón y no tarda mucho en clavarte su aguijón o inyectarte su veneno, trató de recordar ella el poema que leyó en algún lado.
En tanto que esa joven mujer se acurruca en el sofá y mira con recelo los pasos lentos del reloj, esperando una llamada que no volverá a sonar, en otra parte de la ciudad un hombre bebe en silencio, mientras musita su canción preferida de U2 en vivo: “La desesperación es una cariñosa trampa:/ te tiene todo el tiempo./ Pones tus labios en los suyos/ para parar la mentira./ Su piel es pálida como una paloma celestial./ Grita como un ángel por tu amor,/ entonces te hace mirarla desde arriba/ y la necesitas como una droga... Oh… amor…/ Decías que en el amor no hay reglas./ Oh… amor…/Dulce corazón, eres tan cruel”.
Leonardo aún piensa en Karla, extraña su piel cálida y sus labios que encendían el fuego, pero algo en su interior le dice que es mejor no llamarla, no buscarla. Y la bloqueó del WhatsApp y del Facebook, porque a veces es mejor evitar las indecisiones del corazón. Así que repite el coro de aquella melodía: "oooh, ooh, oh love, to stay with you/ id be a fool sweetheart,/ you're so cruel". La banda U2 suele no equivocarse cuando habla de la tristeza acumulada, de esa depresión que acosa a las mujeres que ven pasar a los hombres como fantasmas, de esa melancolía que atormenta a los tipos solitarios. Y no hay suficiente amor para todos, en un mundo regido por el odio y el olvido. Porque Dante Guerra lo ha sintetizado muy bien: "El desamor es un bicho oscuro y lento/ que te recorre con paciencia el corazón/ y no duda en clavarte sus tenazas/ o inocularte todo su veneno".