Por Irma Gallo.
Como ya saben, en esta columna lo primero son ustedes, lectores, y sus preguntas y sugerencias. He aclarado antes que no soy pediatra ni sicóloga, sino una mamá igual que ustedes, con muchas dudas e inquietudes.
Pero además soy periodista, así que cuando me preguntan sobre un tema en particular me pongo a investigar para responderles lo mejor posible. Aunque quiero pedirles que siempre, ante cualquier duda, acudan a un especialista.
¿Qué es el TDAH? Después de aclarar lo anterior, les quiero comentar que Jorge Juárez García, lector de esta columna, me escribió para pedirme que tocara el tema del Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).
Primero aclaremos de qué estamos hablando.
Según la página web de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC):
“El TDAH (o ADHD, por sus siglas en inglés) es uno de los trastornos del neurodesarrollo más común de la niñez. Generalmente se diagnostica desde la infancia y a menudo perdura hasta la edad adulta.
Los niños con TDAH tienen dificultad para prestar atención, presentan un comportamiento impulsivo (pueden actuar sin pensar en las consecuencias) y, en algunos casos, son hiperactivos”.
Much@s niñ@s son inquiet@s y tienen problemas para concentrarse, pero podemos empezar a pensar que un pequeño padece TDAH cuando estas actitudes persisten durante más de seis meses y causan problemas en la escuela, en la casa, con los amigos, etc.
¿Qué lo ocasiona? En 1935 surgieron los primeros estudios para combatir esta “enfermedad” que los médicos de entonces llamaron síndrome post-encefálico. Sin embargo, muy pronto, tanto el nombre como la teoría fueron superados porque la mayoría de los niños que eran diagnosticados nunca habían tenido encefalitis.
En la década de los 60, el siquiatra León Eisenberg la llamó reacción hipercinética en la infancia y empezó a tratarla con metilfenidato. Dado el éxito del tratamiento, en 1968 se incluyó en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Estados Unidos.
Después de haber tenido una carrera exitosa, al lograr que la industria farmacéutica vendiera millones de dólares con ese medicamento, Eisenberg confesó, unos meses antes de morir a los 87 años, que el TDAH era una enfermedad ficticia.
Sin embargo, como les he aclarado desde un inicio, yo no soy quién para negarlo o afirmarlo. Me apego a las publicaciones científicas, y según la página web de los CDC, las investigaciones actuales muestran una influencia genética importante para que un niño presente esta enfermedad.
Pero además de los genes, los científicos estudian otras causas y factores de riesgo posibles, como:
• Lesión cerebral.
• Exposiciones ambientales a elementos dañinos (p. ej., plomo).
• Consumo de alcohol o tabaco durante el embarazo.
¿Qué hacer, entonces? Primero: el TDAH no se diagnostica con una sola prueba o examen. Acude a un especialista para que vaya guiando a tu hij@ a través de las distintas etapas del diagnóstico.
Si acaso lo confirma, entonces seguramente le mandará una combinación de terapia y medicamentos. Aunque cabe aclarar que para niños de 4 a 5 años casi siempre se recurre primero a la terapia, sin medicamentos.
Es importante que sepas que no existe un solo tratamiento idóneo para todos y un buen plan siempre incluirá una vigilancia estrecha, seguimiento y los ajustes necesarios a lo largo del proceso. Es importante que los padres estén involucrados todo el tiempo.
Los síntomas
Una vez más, recurrimos a la página de los CDC de Estados Unidos para enumerar con más precisión los síntomas de un niñ@ con TDAH:
Con frecuencia sueña despiert@.
Se olvida de cosas o las pierde muy seguido.
Se mueve todo el tiempo; le cuesta trabajo mantenerse quieto.
Habla demasiado.
Comete errores por descuido o toma riesgos innecesarios.
Le cuesta mucho trabajo resistir tentaciones (por ejemplo, comer lo que no debe, incurrir en conductas que lo ponen en peligro, tomar cosas ajenas).
Tiene problemas para esperar su turno.
Tiene dificultades para llevarse bien con los demás.
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